Reinaldo Sánchez, desde que volvió a ser presidente de Wanderers, ha visto cosas raras en el fútbol chileno, pero ahora fue testigo presencial de algo peor: de cosas incorrectas.
Se le preguntó más de cerca, lo hizo Javier Castrilli, y Sánchez explicó, no sin estremecerse, lo que fueron las cosas incorrectas.
Una vívida impresión, alguien desconocido, sospechas en el aire viciado, intuición del Mal y esa acumulación de sensaciones horribles lo dejó pensativo.
Fueron hechos terroríficos carentes de orillas, situaciones que angustian al ciudadano honrado y asustan al dirigente noble que cree que lo ha visto todo, pero no.
Faltaban las cosas incorrectas, que son las que sabemos y para qué tanto detalle: ofertas paranormales, cruces de intereses, llamadas extrañas, cuestiones insólitas y voces del tipo Garganta Profunda, roncas y poco claras, pero hábiles y seductoras, andan con la maldad a cuestas y nada más responder te hacen cómplice, porque juegan con la inocencia y por esa razón, por la cosa incorrecta, el presidente Sánchez de inmediato se horrorizó.
En ese miedo se escuchan preguntas terribles: ¿hay sobornos en el fútbol chileno y se puede comprar un árbitro?, ¿por cuánto sería más o menos?, ¿estamos hablando de varios guatones?
Y reflexiones: alguna vez debemos hablar con la verdad, sin miedo y de frente a la realidad. Hacer lo que nunca: tomar en serio el fútbol chileno, donde han pasado tantas cosas raras, como a todo el mundo le consta.
Una cosa más y con esto espero no ofender, pero al que le venga el sayo que le venga y se lo pone: las cosas raras son el pasado de la experiencia a la que fue sometido Reinaldo Sánchez.
El presidente pensó que ya no existían las cosas incorrectas, ingenuo él, cuán equivocado estaba. Existen, viven, respiran, están entre nosotros.
Son como los dementores, pero invisibles.
No son como el Viejo del Saco o el Cuco, que son leyendas y no existen, son como El Hombre del Maletín, por favor, pregunten en los camarines vacíos y en las mesas esquinadas de un bar mugriento. En esta época aparece, con los finales de campeonatos. El Hombre del Maletín vive en la oscuridad de las cosas incorrectas. Al lugar se entra fácil y sin golpear, porque la debilidad humana hace de timbre: ring, ring. Ahí está, un año más: corbata, terno, mocasines lustrados, anteojos oscuros y bien grandes y bonitos la correa y el reloj.
Las cosas incorrectas son como el conde Drácula, cuando se convertía en un humo espeso, y así entraba por la cerradura de la puerta de una casa en la comuna de La Cruz, capital de la palta, que es el lugar donde vive el presidente Sánchez, y por una vez, por favor, hablemos en serio: ¿cómo le está yendo con el agua y el regadío?