Permítanme llevar la contra otra vez.
Sé que todo el mundo (¡hasta el Economist!) dice que vivimos en Chile unas elecciones extremadamente polarizadas. Pero yo no lo creo tanto.
Es que ¿es idea mía o los candidatos presidenciales ya se comenzaron a “mover hacia el centro”? ¿No les parece que están cada vez más recatados y bien portados, especialmente quienes son vistos como más extremos?
Ocurre que en todas las elecciones la primera vuelta presidencial se ganaba yendo por las orillas, mientras que recién en la segunda vuelta los candidatos salían a buscar el centro.
Pero esa lógica ahora se adelantó para la primera vuelta. Basta mirar a los candidatos.
Boric cambió las mechas punk por peinado de bibliotecario, se puso anteojos cuadrados, lavó sus camisas y empezó a comer más ensalada que pizza.
Kast recuperó el estilo “Kast-o” para tuitear (sin tantas frases hirientes) y erradicó esa mirada lasciva que había adquirido para volver a sus ojitos de párvulo de antes.
Provoste fue a ver a los empresarios y se quedó tres horas en la CPC para hacerles creer que será como una “neobachelet” nortina: deslenguada pero inofensiva.
ME-O se muestra cada vez más como “el puma” José Luis Rodríguez. No me extrañaría que hubiese ingresado discretamente a una comunidad evangélica. Llegará a ser pastor.
Si hasta Artés se nota con un tono más de tatita querendón que de viejo cascarrabias.
Lo curioso es que los más alterados son los que han tratado de jugar, desde el comienzo, por el centro. Sichel dejó de discursear en la nota Do y ahora habla todo el rato en Fa sostenido. Es como un tenor de la política, variando a soprano. Lo mismo Parisi, quien trata de hacer como que propone ideas “fuera de la caja”, cuando en verdad solamente se ve como un tipo “desencajado”.
Es posible que la alteración de Sichel y Parisi se deba a que se dieron cuenta de que los otros jugadores se fueron a tratar de ocupar la posición que ellos sentían como propia, ahí en el centro, donde se presentan como “ni-de-izquierda-ni-de-derecha-sino-todo-lo-contrario”.
Y se entiende el enojo. Acuérdense cuando a Iván Zamorano le quitaron su puesto y junto con eso, la camiseta número 9, que es la del centrodelantero por excelencia. El día en que el Inter de Milán le dio a Ronaldo la 9 él se mandó a hacer una que parecía ser la 18, pero en verdad era la 1+8.
Es lo mismo en la competición política.
Mi tesis es que los candidatos se percataron de que la gente en Chile se cansó de la polarización y ahora está empezando a preferir posiciones moderadas. Lo dicen todas las encuestas recientes: volvió la añoranza por el orden y casi el 70% de la gente le pide a la Convención Constitucional que sus integrantes lleguen a acuerdos, aunque eso signifique renunciar a algunas posiciones individuales.
Es que la agitación permanente cansa… y aburre también. Van dos años de “revuelta” y quienes han ostentado el poder desde entonces comenzaron a sufrir el desgaste típico del poder.
Lo único a tener en cuenta es que tal como en el fútbol existen los “falsos 9”, es decir, jugadores que se hacen pasar por centrodelanteros cuando su posición real es la banda izquierda o la derecha, lo mismo ocurre en la política. Ojo con los falsos 9 y/o la falsa 9.