Esta película comienza cuando el joven Tomasz Giemza (Muciej Musialowski) es expulsado de la escuela de derecho por plagio. Es ahí donde se inician sus problemas; o, mejor dicho, lo que sabemos de ellos. Tomasz es hijo de una familia campesina y para que pueda estudiar en Varsovia ha sido apoyado por una familia rica, los Krasucki, de cuya hija menor, Gabi (Vanessa Aleksander), está enamorado sin reciprocidad. Por el contrario, los Krasucki más bien se ríen de él, por lo bajo.
Además de ser mecenas artísticos, los Krasucki apoyan a un candidato para la alcaldía de Varsovia, Pawel Rudnicki (Muciej Stuhr), que es liberal, demócrata y proinmigración, además de gay en secreto. Al frente tiene a pandillas fascistas, xenófobas y homófobas, amantes de las armas y los apaleos callejeros. De modo que hay un solo paso para que el joven Tomasz pase a odiar al candidato Rudnicki. Desplazamiento, que se llama.
El puente es Beata Santorska, dueña de una agencia publicitaria sin ningún límite ético. Tomasz ingresa a prueba para destruir a una influencer con mensajes de odio y desde ahí pasa directo a la política, para desacreditar al candidato Rudnicki. Todo sea por afectar a los Krasucki, aunque no se ve el modo en que por ese odio vaya Tomasz a ganar el corazón de la elusiva Gabi.
Esta película está menos interesada en esos razonamientos que en la personalidad retorcida de Tomasz, cuyos ojos exageradamente ojerosos parecen decir algo acerca de su resentimiento con la élite varsoviana. Tomasz encuentra sus herramientas en el universo digital, desde los instrumentos de espionaje hasta los juegos en línea, y se gana la confianza de su ilimitada jefa -que suele advertir que las cosas deben hacerse “dentro de los límites”- gracias a su facilidad para desarrollar operaciones de odio.
Hater tiene a un buen personaje -un sujeto manipulador, sentimental, despiadado, superviviente y frágil-, una historia discutible y un modo de filmar atractivo, rápido y preciso, que elige bien sus encuadres, aunque no siempre se preocupa del punto de vista (¿qué mirada representan los encuadres detrás de ventanas?). Hay más ganas de contar una historia sobre el odio en las redes digitales, y relacionarlo siempre con el neofascismo, que de indagar a fondo en los alcances sociales y políticos de estas herramientas.
El otro defecto, desde luego, es el “estilo Netflix”, esos estándares para usar el formato digital, la luz, el montaje, que hacen que todas las películas empiecen a parecerse, no importa si proceden de Estados Unidos o de Polonia. Es un problema ya conocido: cada vez que el cine debe someterse a fórmulas de producción que crean garantizar la audiencia, algo se pierde o tal vez solo se pierde un poco, pero todo se parece.
Sala samobójców. Hejter
Dirección: Jan Komasa.
Con: Muciej Musialowski, Vanessa Aleksander, Danuta Stenka, Jacek Koman, Agata Kulesza, Muciej Stuhr, Adam Gradowski. 135 minutos.
En Netflix