“Me contaron que estabas enamorada de otro y entonces me fui a mi cuarto, y escribí este artículo contra el Gobierno, por el que estoy preso”.
Cuando veo a Gabriel Boric pienso en Ernesto Cardenal, el poeta y revolucionario nicaragüense autor de los versos del párrafo anterior. Cuando envejezca, Boric incluso tendrá un gran parecido físico con Cardenal, quien encarna la síntesis entre poesía y revolución. A él se atribuye la frase “el triunfo de la revolución es el triunfo de la poesía”.
Boric también quiere ser poeta y revolucionario a la vez. Y eso no tiene nada de malo, por supuesto. Ni siquiera dedicarse a la política como un acto poético es reprochable, a menos, claro, que uno pretenda convertirse en Presidente de la República.
Gabriel Boric ha incursionado en la poesía. Mis versos favoritos suyos son: “Mi amor, he decidido ser poeta./ El salto al vacío que esta decisión implica es riguroso/ pero a diferencia de las leyes de la física/ en la poesía no siempre se cae hacia abajo”.
De acuerdo, no tiene el talento de Cardenal, pero tampoco su agresividad. A Boric lo catalogo como un poeta maldito, como Arthur Rimbaud (que habría estado de cumpleaños esta semana, el 20 de octubre). Un poeta maldito es (según Wikipedia, pido disculpas por la fuente) aquel “que, independientemente de su talento, es incomprendido por sus contemporáneos y no tiene éxito en la vida; especialmente para los que llevan una vida bohemia, rechazan las normas establecidas (tanto las reglas del arte como los convencionalismos sociales) y desarrollan un arte libre o provocativo”.
Pues bien, miren cómo son las cosas —o la poesía—. El mismo día del aniversario de Rimbaud a Boric le pidieron en televisión que explicara en qué consistía su idea de aplicar un súper-impuesto a los súper-ricos, que es una acción política con gran potencial poético y revolucionario. Y él, que es un hombre de Word (un poeta) y no de Excel (como sería un contador), tropezó y tiró cualquier número al aire y quedó mal. Ya se había equivocado con otro número en millones de dólares en un intento por sacar al pizarrón a Kast, también con los números de crecimiento económico en una entrevista con Mosciatti y luego se volvió a equivocar con otro número más respecto del costo de un programa suyo sobre agua. Todo esto le costó ser trending topic en Twitter y que se le bautizara como “el cifras”.
Supongo que el alma sensible del poeta sufre con ese bullying en redes sociales. Se consolará pensando que Pablo Neruda, teniendo las mismas dificultades con las matemáticas, también trató de hacer la misma suya: ser poeta, revolucionario y Presidente.
“Por mi parte soy o creo ser duro de nariz, mínimo de ojos, escaso de pelos, creciente de abdomen, largo de piernas, ancho de suelas, amarillo de tez, generoso de amores, imposible de cálculos…”, reconocía el vate en un poema. Y agregaría: “soy pésimo administrador”.
Bueno, a Neruda no le resultó ser Presidente. Y era Neruda. Lo mismo le ocurrirá a Boric si no se aplica. Porque lo que elegiremos en cuatro semanas más es al Primer Mandatario y no al Primer Poeta de la Nación.
Un gobernante no puede ser puro verso.
También tiene que entender algo que sea de números.