Estaban listas las exequias, los óleos y las coronas de flores y espinos, varios curas pulían el discurso de despedida y hasta los sacristanes, siempre parlanchines, se animaban con un par de palabritas.
Los asistentes, por cierto, además de rezar y cantar a oro, participarían con fervor en la ceremonia, bien arrodillados y devotos, dando el pésame, acompañando hasta el camposanto y cada uno con su pala, para sepultarlos también a coro.
Estábamos todos invitados.
Se veía venir, porque están viejos y es cosa de mirar las cañuelas adoloridas y con cicatrices, tobillos polvorientos, rodillas crujientes, pantorrillas tembleques y esa fuerza de antes se fue quedando en el camino de tantos partidos, años, torneos y países.
Hay que agregar el carácter y los hábitos, algunos malos y ya pegados a la piel y costumbres, o sea que no salen con cloro ni con nada, en otros términos: así es como son, así se quedaron y así se quedarán.
La ceremonia se armó después del Perú 2 y Chile 0.
Estaba el pueblo y la voz del pueblo, la multitud reunida, incluidas las autoridades oficiales e informales. Las fuerzas vivas despiden a las fuerzas muertas y por eso la ceremonia, pero pasó lo del título del cuento de Edgar Allan Poe: “El entierro prematuro”.
Era catalepsia, un problema de movilidad del equipo y del sistema nervioso, es decir, no estaban muertos.
Lo que viene es el título de una novela, ahora de Raymond Chandler: “El largo adiós”.
Lo de la selección de Chile será eso y no otra cosa. Es lo que se espera y es lo que merece la llamada generación dorada, que con los años, como la naturaleza manda, todavía brilla, pero menos e intermitente, no encandila, y si retoma su fulgor es por amor propio y orgullo.
No querían que los sepultaran sin permiso y sin respeto.
“Walking dead” es una serie de televisión, donde no participan los que ganan dos al hilo: 2 a 0 a Paraguay y 3 a 0 a Venezuela. Sabemos, en este mundo machista del fútbol, tan vulgar y anunciado, que tres al hilo es cosa difícil, pero no imposible.
Las buenas leyendas, miren El Cid Campeador o escuchen el cantar de Roldán, se escriben con los que siguen vivos, pero también con los que mueren en su ley y con los suyos.
Si hay que quedar fuera del Mundial, porque es posible, que sea con las botas puestas y mirando de frente la derrota. Con pena, pero sin vergüenza.
Y si caen dentro, en ese caso, sin bravatas ni revanchismo ni arengas bélicas. Con civilidad y gratitud.
El final será con “El largo adiós”, donde su protagonista, el detective privado Philip Marlowe, ve cómo se rompen sentimientos antiguos y preciados: lealtad, confianza y amistad, por ejemplo, pero igual hay que seguir adelante, porque el mundo es como es y nadie le prometió a Marlowe ni a los seleccionados de Chile un jardín de rosas.