No están entregando numeritos, pero deberían, y seguir el ejemplo de farmacias o pescaderías, con esa fórmula, sea electrónica o manual, intentar algún orden y concierto, porque son demasiados.
Están esperando, pero se nota que abundan, más bien sobran, caen de los árboles, salen de entre las piedras, vuelan como semillas al viento y crecen como en el desierto florido.
Son miles y miles los que ya se arremolinan en torno a las primeras líneas de las filas, buscan encabezar las largas hileras y quieren liderar las columnas.
Destacan ex jugadores convertidos en comentaristas y también comentaristas que no son ex, porque nunca jugaron. Sumemos gente retirada y media retirada, también activos, medio activos o inactivos e incluso desenchufados.
También dirigentes vigentes, ausentes o hibernando.
Desde luego técnicos con pega, en para o al aguaite. Añadamos líderes de opinión en general o en particular. Mejor no sigamos con un recuento que mañana lunes 11, si las cosas no se dan hoy domingo, se multiplicará. Y para el próximo viernes 15, si las cosas se siguieron no dando, será incontable e infinito.
¿De quiénes se trata?
De una legión de justos en estricta formación, un ejército autoconvocado de enorme convicción y un batallón de indignados que marchan con resolución.
¿Quiénes son los que desean encabezar el pelotón y ser los primeros en apretar los gatillos?
¿Quiénes se pelean la manivela de la guillotina y la trampa que hunde al ahorcado?
¿Quiénes llevan la tea, soplan la llama y desean ser fotografiados, cuando prendan la hoguera?
¿Quién son esas personas?
Son los que no fueron escuchados, y no les hicieron caso. Son los que hace un lustro anunciaron lo que pasa hoy, y si los apuran un poco, un poco no más, dirán que lo intuyeron hace una década e incluso hace 25 años y más bien desde que tienen memoria, porque de una cosa sí se acuerdan: nunca les hicieron caso, pese a sus argumentos, tan coherentes, analíticos y constantes.
Son ellos, los que saben de fútbol. Los eternos. Los que proclamaron, hablaron, escribieron y avisaron, pero no los tomaron en cuenta.
Antes y después.
Cuando llegó Juan Antonio Pizzi, y cuando se fue.
Cuando llegó Reinaldo Rueda, y cuando lo fueron.
Y desde luego cuando llegó Martín Lasarte.
¿Quiénes son?
Los que anunciaron.
Los que advirtieron.
Los que se aburrieron de decirlo.
Ahora son cientos de miles, acaso millones, que saben de fútbol y que corren a encabezar filas, hileras y columnas.
Unos son profetas, otros son mesías y uno es el afán: ser los primeros en apretar el gatillo y empujar a los ahorcados. Son gente de fútbol.