Con el inicio de octubre coinciden dos expositoras que utilizan materiales insólitos y, desde el punto de nuestro tiempo, muestran ciertos grados de exotismo. En el caso de Keka Ruiz-Tagle —Galería ArtEspacio—, a sus habituales esculturas de cerámica se suman las de vidrio fundido. Unas y otras obligan a recordar las particularísimas transfiguraciones volumétricas andinas de Hugo Marín. Las segundas obras de la expositora conforman bloques macizos de tamaño más bien menor. Su apariencia marmórea, de vetas delicadas y opacidad relativa, resulta bastante atractiva. En los volúmenes de greda, entretanto, llama la atención el rol protagónico del buen empleo del color. No obstante, todos los trabajos desarrollan una temática fundamentada en el ámbito escultórico precolombino. Como la producción anterior de Ruiz-Tagle, se trata de cabezas humanas con decidida vinculación a ceremonias rituales. Además, el muy bien logrado montaje resalta ese efecto, al instalarnos dentro de un recinto cerrado, libre de saturaciones espaciales, silencioso e iluminado con solemne discreción. Ahí nos recibe un ídolo majestuoso, hierático, levemente inclinado hacia nosotros y provisto de una enigmática bola vítrea que “atraparía la luz”.
Varias de las cabezas llegan a duplicar o triplicar el rostro, cual homenaje al arraigado culto de los antepasados. Pero hoy, en la autora, la inclusión de manos asociadas a las figuras adquiere un papel mucho más importante que antes. Así, junto con enriquecer formalmente cada trabajo, le comunica una expresividad anímica notable; como si desplegasen un incógnito lenguaje visual. Su repertorio de gestos emerge variado: puede ser desde ensimismado, misterioso, petulante, asombrado, malicioso, irritado hasta llegar a una autocoronación de soberbia ridícula. Por otra parte, a veces estas esculturas sujetan un redondo signo cabalístico; así, cuando muestran una especie de elemental letra T, quizá podría interpretarse una esencia de rostro humano.
Dentro de este sector cerámico, destaca una realización plena de originalidad y belleza, donde las manos se bastan por sí mismas. Además de inspirarse en el testimonio estético del paleolítico remoto, son pues todas iguales, aunque sujetas a sutiles variaciones cromáticas. Constituyen una agrupación que cabe asociar a la más elegante bandada de pájaros, cruzando raudamente el muro de la sala. Entretanto, como todas las cabezas, dispuestas sobre plintos adecuados, algunas de las seis esculturas en vidrio tienden a acercarse a la órbita moderna y occidental. De esa manera, el cubismo alcanza a tocarlas en cierta medida, haciendo hincapié en el elemento geométrico.
Vulgares esponjas de limpieza corresponden al material fundamental de los trabajos, en dos y tres dimensiones, de la hasta ahora desconocida Macarena Alvarado. Buena parte están compuestos por pedazos regulares unidos por delgado alambre de jardín. Le sirven para desarrollar tanto vestimentas con aire folclórico, como escudos de armas, columnas, tapices, acercamientos al paisaje, pendones. Tenemos en Chequetere, estandarte para el abandono de las tinieblas, el mejor ejemplo de estos últimos. Más allá de eso, un marcado exotismo impregna todo. Hallamos cada vez el eco evidente de modelos egipcios, aztecas, árabes, otomanos, japoneses, art nouveau. Y siempre ello unificado con la presencia de un cromatismo violento.
En general, podríamos decir que la artista convence más a través del empleo creativo del inesperado material que por la calidad desigual de sus obras. Al mismo tiempo, las esponjas y su apariencia textil suelen hacerse acompañar por acrílico y óleo, serigrafía y papel. Sin embargo, las inclusiones de volcanita y de hormigón resulta lo más atrayente. En este último caso, el cemento contribuye con su textura casposa y su coloración peculiares. Más interesante todavía aparece el uso radical de la volcanita o yeso sobre cartón. Ingrediente básico semejante permite un tratamiento de raspado, de delgadas perforaciones a distintas profundidades; hay, pues, un acercamiento al bajo relieve. A este material en blancos debemos aquí uno de los mejores trabajos de la exposición. Además agreguemos a él una de las columnas: la airosa y más alta del grupo —La columna del chamán—, donde el amarillo escoltado por grises y verdes le comunican una elegancia y vibración cromática únicas. Respecto a la instalación en el patio de galería, preferimos pasarla por alto.
Atrapando la luz
La importancia de las manos en los vidrios y cerámicas de Keka Ruiz-Tagle
Lugar: Galería ArtEspacio
Fecha: hasta el 6 de noviembre
Traje de expansión
En Macarena Alvarado, esponjas como muy novedoso y apto material
Lugar: Galería Animal
Fecha: hasta el 30 de octubre