Lo que Dave Chappelle hace no es cine, pero tampoco es televisión pura, porque sus especiales son monólogos grabados, protagonizados frente a un público en vivo. Todo especial de stand-up es teatro grabado. Necesita a un público real, que esté reaccionando a lo que viene del escenario. Sin público no funciona. Algo hay en el comediante de stand-up de predicador, de profeta que trae las verdades a la cara. Como el rock, hunde sus raíces en los despliegues propios del predicador protestante, de ahí que haya nacido en Estados Unidos. Y si bien se suele juzgar por las risas que provoca, se recuerda por las verdades que regala.
El género puede tener sus limitaciones, pero si alguien puede hacer ver que se trata de un arte ese es Dave Chappelle. Netflix acaba de estrenar el sexto de los especiales que Chappelle ha producido en los últimos cuatro años, “The Closer”. Se supone que será el último en un tiempo, según él mismo confiesa, pero eso nunca se sabe. Cuando el comediante firmó en 2016 con Netflix el acuerdo fue por tres especiales, a 20 millones de dólares cada uno. El trato luego se extendió, pero no se han conocido sus términos. Estos seis especiales están conectados, y puede que Chappelle efectivamente quiera cerrar los temas abiertos, o dejarlos hasta aquí por ahora. Ha vuelto a ellos una y otra vez, quizá como si no pudiera hablar de otra cosa, quizá como si no hubiera otra cosa de qué hablar: #MeToo, la cultura de la cancelación, el movimiento LGTB, ser negro en Estados Unidos. Después de todo, identidad, género, feminismo y racismo han estado en el centro de la batalla cultural de las últimas décadas. Chappelle se ríe de todo y reflexiona en igual medida. Con 48 años y la seguridad económica que le ha dado su éxito, se cuida muy poco en el opresivo ambiente cultural que ha llevado a remover estatuas, censurar a académicos o sacar de circulación a artistas menos afortunados. Chappelle no solo cree en la libertad de expresión, sino que la ejerce. No está dispuesto a que la corrección política limite los territorios que puede explorar. Protegido también por el color de su piel —un comediante blanco hoy nunca tendría tanta libertad—, se lanza con todo. Algunas citas de “The Closer”, que quizá solo se entienden en propiedad en el contexto y en la forma en que Chappelle las dice:
“¿Es posible que una persona gay sea racista? Claro que sí. Mira a Mike Pence”.
“En nuestro país puedes disparar y matar a un negro, pero no puedes lastimar los sentimientos de un gay”.
“Cancelaron a J.K Rowling. Dios mío. J.K Rowling escribió todos los Harry Potter ella sola (…) La cancelaron porque ella dijo que el género es un hecho. La comunidad trans se emputeció y comenzó a llamarla TERF. Yo no tenía idea qué era eso, pero sí sé que los trans inventan palabras para ganar argumentos”.
“Me arrastraron por Twitter, pero me importó un carajo porque Twitter no es un lugar real”.
Es difícil saber si “The Closer” es mejor o peor que sus especiales anteriores. La inteligencia de Chappelle considera, entre otras cosas, no poner demasiado énfasis en todo lo que exige la maestría de su oficio: el manejo de tono preciso, la profundidad de la mirada, los sutiles equilibrios detrás de la elección de las palabras, el respeto por la inteligencia del público, el amor por la tradición a la que pertenece. Su acto es de una fluidez que parece natural, espontánea. De ahí que, por momentos, parece que derivara sin demasiado rumbo. Ello es solo apariencia, claro. El hombre tiene agenda. En “The Closer”, en determinado momento, la declaraba abiertamente. En última instancia, Chapelle considera que todos los movimientos identitarios, especialmente los asociados al género, son una forma más en que la cultura blanca intenta mantener su dominio, su control sobre la cultura y el poder. Y ese dominio, que rara vez ha dejado de ser puritano, constreñido y castrador, sigue siendo el verdadero problema de Estados Unidos.
The Closer
Stand-up protagonizado por Dave Chappelle.
Estados Unidos, 2021, 72 minutos.
En Netflix.
COMEDIA