Es razonable y entendible que los últimos seleccionadores miraran peyorativamente el torneo local. La participación de nuestros clubes en los torneos internacionales en la última década ha sido paupérrima, el nivel de competencia interno fue escaso y la hegemonía de Universidad Católica no ha sido refrendada cuando se mide con escuadras de otras latitudes.
Los jugadores campeones de América que retornaron marcaron diferencias, por cierto, pero la edad les pesó en contra y las convocatorias de Fuenzalida, Puch, Jiménez o Gutiérrez han sido casi simbólicas. También la de aquellos que, siendo jóvenes, han tenido relumbrones, como el caso de Iván Morales, Diego Valencia o Bastián Yáñez, por nombrar al último.
Por eso, en la fecha triple clasificatoria que se nos viene —el capítulo principal de la “Operación Remontada”— casi no hay presencia de la liga local en la nómina, por más que nos parezca que la lucha está trepidante y que hay jugadores que brillan en sus escuadras. Además, objetivamente, la nómina de Martín Lasarte contempla los nombres esenciales y el resto es materia de debate, paladar o, simplemente, necesidades técnicas.
En la pasada anterior ya quedó claro cuando el seleccionador privilegió a Marcelo Allende, del Torque uruguayo, por sobre Leonardo Gil. Y ahora con la llamada a último momento de Angelo Sagal para suplir la ausencia de Eduardo Vargas (porque Montecinos fue por Yáñez), por sobre otros que ya habían estado bajo la égida de "Machete", como Morales o Valencia. Comparativamente con otras marginaciones históricas, en instancias importantes, apenas un detalle. Todos sabemos quiénes harán la fuerza, el equipo titular se sostiene sobre los mismos pilares y el resto es maquillaje. A veces importante, como lo demostró Lasarte trayendo de vuelta a Eugenio Mena, borrado en el proceso anterior y titularísimo en este.
El tema sigue siendo la competencia chilena y su baja valoración. Lo que, tanto en el período de Rueda como en el actual, supone que los “microciclos” no tienen sentido. Si en la hora más crucial del cuerpo técnico se escarba afuera para encontrar lo que ya probadamente no funcionó, es porque en Juan Pinto Durán se detienen más en el compacto que viene de Turquía, Uruguay o Estados Unidos que en lo que se juega semana a semana en Valparaíso, Antofagasta o La Pintana. Reitero, con todo el derecho del mundo.
El punto es que cuando hablamos de los planes a futuro, el power point y la carpeta que contiene la alquimia del mañana, pocas veces se habla de optimizar la competencia. Y me genera, en lo personal, una gran duda: ¿si los clubes están coaptados por los empresarios, representantes y los mercaderes, no es extraño que nadie se sorprenda del escaso valor del mercado interno que tiene nuestra selección? ¿No sería tiempo de repensar los torneos que vienen para hacerlos más atractivos, interesantes y valiosos? ¿No nos convendría, ya que estamos en octubre, sentarse a pensar qué haremos al respecto la próxima temporada? Para subirle un poco el pelo a lo que tenemos en casa y para que en Juan Pinto Durán sientan la necesidad de ver algún partido local.