Estimada senadora Provoste, como diría el gran Sting, usted no necesita ponerse bajo la luz roja. Usted no necesita vestirse con un vestido apretado ni ropa estrafalaria. No requiere teñirse rubia, ni llevar peluches al Congreso. Los tonos de color terroso de su vestimenta le quedan mejor que el pink chillón.
Usted, estimada senadora, es una persona que distingue entre el bien y el mal, entre moros y cristianos, entre frijoles negros y arroz blanco. Conoce el valor de la palabra empeñada. Usted sabe que si llegó a un trato con el Presidente de la República para evitar un cuarto retiro de ahorros para la jubilación, a través del acuerdo llamado de “Mínimos Comunes”, y el Gobierno cumplió con su parte del entendimiento, lo que corresponde es que usted también lo cumpla.
Usted ha demostrado también ser una mujer inteligente y con gran instinto político. Tiene décadas de trayectoria electoral y por tanto entiende bien cómo funcionan las elecciones y por qué muchas veces lo que dicen las encuestas no coincide con la manera en que las personas votan.
Por todo lo anterior, le ruego que no trate de convertirse en la Pamela Jiles del Senado, en esa diputada que utilizó los retiros de fondos previsionales para hacerse popular y desde ahí apalancar una carrera presidencial para ella, y de gobernador metropolitano para su pareja. Porque, como pudo ver, a Pamela Jiles le fue mal. No entendió -ya que ella carece de sus talentos- que el electorado se comporta muchas veces como un cliente infiel.
Charly García, durante su época en Sui Generis, decía que “Dios es empleado en un mostrador: da para recibir”. Lo del electorado es casi lo mismo, pero al revés, y sin fair play. Es decir, en el caso de los retiros de fondos para la jubilación, muchos electores cobraron el dinero, le agradecieron a Pamela Jiles dándole gran aprobación en las encuestas, pero cuando ella les pidió a cambio que apoyaran al “abuelo”, su pareja, para ser el gobernador de Santiago, la gente le dio la espalda y terminó prefiriendo a 4 o 5 personas antes que él. Pero el daño a las jubilaciones de las personas ya estaba hecho.
Por eso y mucho más, le pido, senadora Provoste, que no actúe usted en el Senado como lo hizo Jiles en la Cámara. En simple, porfa, no se “ajile”.
Pienso en eso y me acuerdo del ruego que hizo Pablo Neruda en su Oda al Agua: “Andando en un camino / encontré al aire / lo saludé y le dije con respeto: / ‘Me alegro de que por una vez dejes tu transparencia, / así hablaremos'. / Yo le besé su capa / de rey del cielo, / me envolví en su bandera / de seda celestial / y le dije: / ‘Monarca o camarada, / hilo, corola o ave, / no sé quién eres, / pero una cosa te pido, / no te vendas'.
A mí me nace decirle algo parecido inspirado en el vate:
“Andando en un camino, encontré a Yasna. / La saludé y le dije con respeto: / Monarca o camarada / reina del Tamarugal / Sé bien quién eres / conozco tus errores (que no son horrores, como los de tu rival del PC-FA), / pero una cosa te pido: / no te ‘ajiles'. / Ganes o pierdas, te necesitaremos digna en el Senado / Y no convertida en un cómic repetido”.