—¿Se deben leer?
—No es esencial ni tampoco necesario. Si el presidente de un partido no lo leyó, para qué lo va a hacer usted.
—¿Qué es más importante: la pelea chica o el programa?
—La pelea chica.
—¿No le parece un poco frívola esa respuesta?
—La tradición es privilegiar los programas sobre la pelea chica, pero los primeros nadie los lee, y lo otro es una entretención inofensiva y entretenida, da prensa, atrae comentarios y las redes sociales viven de lo pequeño, y contra más ínfimo, mejor. Le agrego algo, a propósito de peleas, compañero y compañera, y eso que de historia sé poco y nada: mejor la chica que la grande ¿o no?
—¿Cuál es el principal contenido de un programa?
—Los grandes problemas del país.
—¿Cuáles son esos grandes problemas
—Los que todos sabemos. Los típicos. Los tradicionales. Los muy conocidos. Los de toda la vida.
—¿Me los puede enumerar?
—No perdamos tiempo y sigamos adelante.
—Por favor, un poco de claridad: identifique los grandes problemas.
—Es muy fácil: los grandes problemas son los que no se solucionan. Nacimos con esos problemas a nuestra vera, pegaditos a la cuna, cuando jugábamos con el cascabel y nos tranquilizaba el chupete, e intuimos, con justa y lúcida razón, que moriremos tiesos, fríos y en el ataúd, con ellos al lado. Son anteriores y posteriores a nuestra existencia.
—¿Cuán extenso debe ser un programa político?
—Muy extenso, además su elaboración es gratuita; los autores, profesionales con y sin títulos, apuestan a que su candidato gane; si eso sucede, están en primera línea para ministerios, embajadas y cargos públicos. La regla de oro es que un programa, si algo ha de tener, son páginas. Debe estar escrito a doble línea, harta mayúscula y espacios abundantes, proliferación de capítulos, divisiones y subdivisiones. Notas a pie de página, sin duda. En español, pero una versión en inglés no está de más, para reafirmar que es un documento de valor único e intrínseco, que incluso supera a una candidatura. Algo que sabemos no es verdad.
—¿Debe ser novedoso?
—Hasta por ahí no más. Un programa es un remake de uno anterior que fue la versión remasterizada de alguno previo, que a su vez se basó en otro antiguo que fue copia de un documento perdido en la memoria, esculpido en piedra o escrito sobre papiros raros, o sea que el origen de todo programa podría estar en la carta de Pedro de Valdivia.
—¿Cuál es la esencia de un programa político?
—La mirada de largo plazo; es decir, el horizonte infinito y el mundo del nunca jamás. Un espacio amplio, irrealizable e incomprobable, sin duda una dimensión desconocida, al que no llegarán los vivos y acá presentes, incluidos los que leen y también el que escribe. Lo que importa no es que se cumpla, sino que parezca posible, como la mejor ficción, donde leer es como verlo, vivirlo, estar ahí y respirar la aventura. Un programa político, y esto es clave, debe ser una verdad literaria.