Es 1979. El veterano Mike Milo (Clint Eastwood), antigua estrella del rodeo y domador de potros, es despedido del rancho donde trabaja, porque “ya no le interesas a nadie”, según le espeta su jefe, Howard Polk (Dwight Yoakam). Pero poco después el mismo Polk le hace un encargo delicado: ir a México a buscar a su hijo Rafael (Eduardo Minett), cuya madre lo retiene como parte de una lucha de chantajes entre ambos.
Mike emprende el viaje a México en su vieja camioneta, ubica al adolescente y lo lleva de regreso a Estados Unidos. No es difícil imaginar de qué se puede tratar este viaje: del aprendizaje, de la maduración y de la relación sustituta de padre e hijo. El joven rinde culto a la afirmación de masculinidad a la mexicana (su gallo de pelea se llama Macho), mientras que el viejo Mike viene de vuelta y ya no cree en esas cosas.
Esto puede ser entendido como una retractación del ícono machista que representó en el pasado Clint Eastwood o, con más condescendencia, como una evolución de ese arquetipo conforme a los vientos de los tiempos (haciendo la vista gorda, eso sí, ante la idea irritante de que el machismo sea un rasgo del otro lado de la frontera). Una mezcla de estas cosas ha estado presente en algunas de sus películas mayores, como Million Dollar Baby y Gran Torino, e incluso, más oblicuamente, en Más allá de la vida y El francotirador. Lo mismo se puede decir del motivo de padres e hijos, centro de Un mundo perfecto, Río Místico y otras posteriores. En todas ellas Eastwood venía contradiciendo al héroe masculino y fascistoide que le dio su fama en el spaghetti western o en Harry el sucio.
Sin embargo, este Eastwood flaco, quebradizo, encorvado, aparatoso, es también, quiéralo o no, una imagen de la muerte, lo que desplaza la película hacia el territorio más inestable del ícono crepuscular que ofrece su testimonio sabiendo que el fin no está lejos. Los pocos cineastas que han llegado activos a esa edad terminan inevitablemente hablando de sí mismos, de lo que les queda por decir. Filmar a los 90 años es un acto de coraje para alguien que ya no puede tener la misma energía, pero conserva su capacidad para distinguir el error y el mal. Es un hombre viejo hablándoles de lo que aprendió a unas generaciones a las que quizá “ya no les interesa”.
Cry Macho no está entre las mejores películas de Eastwood, desde luego, pero es mucho menos simple de lo que parece. Por todas las cosas irrisorias en que se distrae -los coqueteos, el romance son “Sabor a ti”, el desafío a los narcos- tiene también el clasicismo fílmico, esa manera de narrar que desdeña la técnica y el artificio para dejar en el centro un solo objeto de atención: el ser humano.
Y en eso, no falla.
Dirección: Clint Eastwood.
Con: Clint Eastwood, Eduardo Minett, Dwight Yoakam, Natalia Traven, Fernanda Urrejola, Horacio García-Rojas, Elida Muñoz.
104 minutos.
En salas