A los representantes que defienden los intereses de jugadores chilenos, sin querer queriendo, se les armó el cubo Rubik, porque ajustaron los colores sin esfuerzo ni demora, y si faltan dos o tres, no hay problema: se pintan. Audacia.
El otro paso consiste en representar jugadores y además clubes, y si hay que comprárselos, se compran, porque es la época justa.
¿Se puede? Todo se puede.
Lo básico: están baratos y muchos, quebrados, han ido y vuelto de divisiones, y lo recomendable es elegir la provincia, pero no necesariamente.
Se levantó la veda, hay una nueva ley de sociedades, escasas restricciones, mínimos controles, y es posible mantener privadamente la propiedad.
Está todo hecho, y además están los derechos de la TV y desde ahí parte el teatro de operaciones.
Un representante puede ser dueño de un club y utilizarlo como plataforma de lanzamiento para los jugadores que representa. Es un ciclo sincronizado, y para eso se requiere, eso sí, una estructura profesional funcional al propósito, es decir, un equipo técnico que asuma las nuevas fronteras del fútbol: ninguna.
Hay que colocar, sacar, poner, reemplazar, cambiar, sustituir, convocar, probar, mostrar, prestar y contratar productos, sabiendo los límites del negocio: ninguno.
Todo es útil para estos efectos: un ciclo y un microciclo, ir a la banca, un llamado, entrar unos minutos.
Todo se paga y valoriza; y si hay trabas, con buena voluntad y efectivo se destraban.
En otras palabras: Chile, para un representante, es una tierra de oportunidades.
Hay que aprovecharlas, mantenerlas en privado y nunca olvidar que la propiedad siempre se puede camuflar.
Lo ideal, y para eso se requiere miramientos y precaución, es llegar al cerebro del ente rector, en este caso, seamos rigurosos: a la cabeza.
Rodearla con representantes a secas, con dueños de clubes que además son representantes y se llega a la figura soñada: representante, dueño y directivo de la ANFP.
¿Se puede o no se puede? Todo se puede.
Ser uno más y de a poco un primus inter pares.
Un primero entre iguales.
Conocer, hablar, opinar, tocar el nervio y empezar a decidir.
Voz y voto.
Así empieza a funcionar el circuito total, desde las selecciones a cada uno de los clubes.
Hay que ocupar bien las piezas del cubo.
Un español por acá, un argentino por allá, un uruguayo por el lado y un ecuatoriano acaba de llegar, pero esa es otra historia, complementaria, pero distinta. En esta última categoría los mexicanos, por si acaso. Todavía no hay jeques árabes ni millonarios rusos. Otra historia.
No se trata de invadir nada, en absoluto, consiste en el nuevo diseño de un fútbol sin fronteras, como en Europa: amplitud de criterio, negocio moderno, flexibilidad empresarial y mirada de largo plazo.
Y siempre, por supuesto, respetando la institucionalidad chilena, porque con criterio y sentido común, ya está dicho: todo se puede.