El descabezamiento de la Comisión de Arbitraje de la ANFP encabezada por Enrique Osses fue una tontería. El deterioro del nivel del referato es plausible, la carencia de presencia a nivel Conmebol es otro dato de la causa y los costos económicos —uno de los motivos esbozados— son evidentes. Hubo que indemnizar al equipo anterior, pero ahora llega Javier Castrilli, quien por trayectoria no vino por una bicoca.
Cuando una actividad profesional de la envergadura del fútbol está en manos de gente inexperta, los pecados son brutales. Porque no se puede olvidar que, en el descalabro que supuso el advenimiento de los jueces y profesores ligados al sindicato de árbitros, con la venia de la mesa de Quilin, hubo muchos damnificados, graficados en puntos perdidos, entrenadores cesados, descensos o ascensos frustrados. La contabilización de los yerros arbitrales tiene rostros. Deportes Iquique padeció fallos relevantes y seguidos, que agudizaron su caída.
Si el fútbol chileno invirtió cifras contundentes en la actualización de la comisión que dirigía Osses, lo sensato es hacer de tripas corazón y recontratar a quienes se capacitó en los revolucionarios cambios que sufrió el arbitraje. Sumar quizás a Julio Bascuñán, quien se encuentra en el final de su carrera, para seguir la secuencia tradicional, que puso en la testera a quienes asistieron a los mundiales: Carlos Chandía (Alemania 2006), Pablo Pozo (Sudáfrica 2010), Enrique Osses (Brasil 2014). Con Bascuñán, Claudio Puga (supervisaba a los jueces de ascenso) y Francisco Mondría (dirigía a los asistentes), más el liderazgo de Castrilli, el proyecto es reflotable.
En estas circunstancias, siempre será bueno guardar las formas. El jueves 16, cuando Castrilli hacía cuarentena en Santiago, Jorge Osorio, su antecesor, estuvo en el caluroso Magallanes-Puerto Montt. Si la decisión estaba tomada, correspondía avisar al profesor en ejercicio (con reserva e incluso cláusula de confidencialidad) y no exponerlo al bochorno, al estilo de los músicos del Titanic.
Nuestro fútbol se fagocitó a nombres relevantes. La contingencia e inmediatez arrasó con la experiencia de José Pekerman y más tarde de Hugo Tocalli. En esta línea, Francis Cagigao puede ser una revolución, pero en su especialización: buscar talentos y, sobre todo, actualizar y aunar el criterio en el futbolista necesario para la alta competencia. El capítulo de la citación de Ben Brereton y Francisco Sierralta, a la triple fecha eliminatoria de septiembre, demostró que no es su especialidad. Ese terreno corresponde a un dirigente y un funcionario especializado, como sucedía con Harold Mayne-Nicholls y Juan Carlos Berliner, o Andrés Fazio y Felipe Correa, y luego Ian Mac Niven en la administración de Arturo Salah.
Cuando Cagigao dice que Chile no negoció con el Blackburn Rovers y el Watford, porque lo amparaba el reglamento, muestra rigidez e inocencia. Lo urgente era tener a los futbolistas, aunque fuera uno o dos partidos. Como lo hicieron Argentina y Colombia. Los caminos legales tienen su dinámica, pero si el objetivo es ir al Mundial, los dos debieron estar en Pinto Durán. La realidad es que la ANFP no cuida al otrora scouting del Arsenal.