Señor Director:

El profesor Luis Riveros (martes) propone que hay una contradicción entre el carácter laico del Estado y el modo en que dos autoridades eclesiásticas se refirieron a cuestiones relevantes de la vida social. Cabe hacer varias observaciones a su argumentación que, en mi opinión, resulta equivocada.

En primer lugar, las mismas autoridades, en numerosas ocasiones, han sido tanto o más categóricas al hablar acerca de otros temas, como las escandalosas desigualdades económicas, por indicar solo uno. El problema, entonces, pareciera no estar en ese tipo de declaraciones, sino en el desacuerdo del profesor Riveros con algunas de ellas.

En segundo lugar, el mismo tono firme y perentorio se ve en otros actores de la vida social, sean personas individuales, sean instituciones, como gremios, partidos políticos y ONG. Cabría preguntarse por qué las instituciones específicamente religiosas tendrían menos derecho que otras a hacer pronunciamientos fuertes acerca de problemáticas sociales.

Es interesante notar que el filósofo alemán Jürgen Habermas, ateo y uno de los principales teóricos del carácter laico del Estado —permítaseme la simplificación— transitó de una posición semejante a la del profesor Riveros a otra en que reconoce que la exclusión de las razones religiosas de la vida pública sería un error y contradiría, precisamente, el pluralismo. El profesor Riveros cita a un sacerdote en su apoyo. Yo me quedo con el ateo, quien, por lo demás, manifestó un grado de acuerdo importante en un debate con Joseph Ratzinger, el creador de la expresión “valores no negociables”.

Santiago Orrego
Instituto de Filosofía UC