La Constitución de 1925 expresó que Chile es un Estado laico al establecer “la libertad de conciencia, la manifestación de todas las creencias y el ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden jurídico”. Este cambio fue un salto enorme frente a lo establecido por la Constitución de 1833, que disponía que “la religión de la República de Chile es Católica, Apostólica, Romana; con exclusión de ejercicio público de cualquiera otra”.
Lo establecido en 1925 lo recoge literalmente la Constitución de 1980 y es lo que está vigente hasta el día de hoy. Por ello se sigue diciendo que Chile es un Estado laico, declaración, sin embargo, que se desdice con lo argumentado recientemente por las máximas autoridades de las iglesias evangélica y católica en sus respectivos tedeums. En efecto, la terminología utilizada por ambas potestades, en presencia de los más altos dignatarios de la República, incluyó expresiones tales como “rechazamos categóricamente” o valores “no negociables”, refiriéndose así a temas que la sociedad tiene derecho a discutir, no obstante los diferentes criterios que puedan argüirse. Y las decisiones que emanen de los órganos del Estado deben ser respetadas por todos los ciudadanos, ya sean católicos, evangélicos, musulmanes, judíos, budistas, ortodoxos, librepensadores, agnósticos o ateos, porque todos gozamos a nuestro favor de los mismos derechos, sometidos a las mismas obligaciones.
Esto es para nosotros el verdadero laicismo del Estado: un principio acorde al cual tanto el Estado como los poderes públicos ponen en el centro de su actuación el aseguramiento de la libertad de conciencia y de expresión y que estas libertades puedan ejercerse a plenitud por todos los ciudadanos. Las expresiones dogmáticas que demuestran un cierto afán autoritario de las cabezas de estas dos iglesias se responden con las opiniones de un hombre que, siendo una autoridad de iglesia, demuestra una mente abierta y respetuosa de la libertad de conciencia:
“Laico es el que no busca afirmar sus verdades desde la tribuna que puede dar el poder político o el ideológico. No nos asusta la laicidad; por el contrario, la sentimos nuestra; y hemos pedido perdón porque durante tiempos prolongados los cristianos impusimos por la espada la cruz de Jesús, el Cristo, el manso y humilde de corazón, de yugo suave y carga ligera”. Y, a mayor abundamiento, agrega: “Los cristianos creemos, además, en una educación laica en el sentido que abraza el pluralismo de las distintas concepciones del bien, sin buscar imponer ninguna de ellas. La laicidad no es un contenido filosófico, sino una disposición mental de estar siempre abierto a las verdades del otro. Laico es el tolerante que se aproxima a la diversidad como expresión de riqueza y que ve en la diferencia un motor de vida. Laico es el que destruye los ídolos, los fanatismos y los sectarismos, siendo capaz de creer profundamente en sus valores, reconociendo a la vez que existen otros igualmente respetables. Laico es quien abraza una idea, no es un cínico servil ni un escéptico desesperado; pero que, creyendo en ciertas ideas e ideales, no se transforma en un fundamentalista que desprecia y persigue a quien no piensa como él. Laico no es el tolerante que se resigna a soportar al otro, sus ideas, costumbres e intereses, sino quien lo acoge” (del libro “Una Educación Pública, Laica y Gratuita. La Mirada de un Ciudadano Creyente”, escrito por el Vicario para la Educación del Arzobispado de Santiago, Presbítero Tomás Scherz).
El prólogo de este libro fue escrito por el exarzobispo de Santiago cardenal Ricardo Ezzati, quien lo definió “como un estímulo al diálogo, a la profundización y a la búsqueda de la verdad”, lo que implica “ir más allá del decir fácil: ‘a mí me parece', o ‘yo creo', para detenerse a pensar, escuchar, estudiar, a fin de consensuar y proponer con audacia, caminos de futuro”.
Los lectores podrán decidir cuál lenguaje prefiere: el de la descalificación o el del diálogo respetuoso.
Prof. Luis Riveros Cornejo
Ex Gran Maestro Gran Logia de Chile
Presidente Centro Laico de Estudios Contemporáneos (CLEC)