Se comprende la primera, porque el anuncio de una muerte tan despiadada no daba para más preguntas. Pero sí, en cambio, vemos una falta de sencillez en los apóstoles con Jesús, sobre todo porque Él nunca se negó a responder ninguna inquietud, por obvia que fuese.
Como fruto de esta discusión mantenida a sus espaldas, Jesucristo les enseña sobre el modo de ejercer la autoridad en la Iglesia: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Marcos 9, 35). No como quien domina, sino como quien sirve.
Jesús en el desempeño de su misión de fundar la Iglesia nos da ejemplo: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención de muchos” (Mt 20, 28). Aquí está la explicación del por qué les cuesta a los apóstoles hablar de esta “discusión”… la vergüenza pudo más.
Este modo de ser cristiano —servir no como quien domina, sino como quien sirve— permeó la sociedad pagana y será también su modelo a seguir en la búsqueda del bien común de todas las personas.
Estos días en que recordamos nuestros acontecimientos fundacionales de la independencia, rezamos también por todas las autoridades que, por más de 200 años, han contribuido en la formación de nuestro país con su trabajo, esfuerzo y sacrificio.
Especialmente encomendamos a nuestras actuales autoridades, para que busquen el bien común de cada uno de los habitantes de este país (cfr. Catecismo, 1905). “No hay que olvidar que, cuando la Iglesia o las comunidades eclesiales intervienen en el debate público, expresando reservas o recordando ciertos principios, eso no constituye una forma de intolerancia o una interferencia, puesto que esas intervenciones solo están destinadas a iluminar las conciencias, permitiéndoles actuar libre y responsablemente de acuerdo con las verdaderas exigencias de justicia, aunque esto pueda estar en conflicto con situaciones de poder e intereses personales” (Benedicto XVI, 30-03-2006).
En el momento que estamos viviendo, es bueno recordar algunos principios que “no son negociables” para un bautizado que participa activa o pasivamente en la vida pública:
“- Protección de la vida en todas sus etapas, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural;
- Reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa contra los intentos de equipararla jurídicamente a formas radicalmente diferentes de unión que, en realidad, la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su irreemplazable papel social;
- Protección del derecho de los padres a educar a sus hijos” (Benedicto XVI, 30-03-2006).
Estos principios están inscritos en la misma naturaleza humana y, por tanto, son comunes a toda la humanidad y reciben de la fe una nueva luz y confirmación. Para un político, servir a su pueblo es iluminar sus necesidades a la luz de estos principios y no repetir el error de Pilatos: sentenciar a un inocente contra su conciencia, presionado por las encuestas o sondeos.
Nuestro país se lo encomendamos a la Virgen del Carmen, para que las autoridades nunca nieguen o tergiversen estos principios. Porque eso constituiría una ofensa contra la verdad de la persona humana y una grave herida causada a la justicia misma.
“Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
(Mc. 9, 33-35)