Garth Greenwell (1978) es autor de
Lo que te pertenece, publicada en 2016, ganadora de numerosos premios, escogida como la mejor narración de ese año por periódicos de nueve países y un éxito inmediato para el joven literato estadounidense.
Pureza ha recibido tantos aplausos y merecido tantos galardones, que cuesta enumerarlos: “Una dolorosa revisión de la intimidad y el poder”; “Una pieza que produce una emocionalidad compleja”; “Incandescente”; “Bello y violento, inesperado”; “Un mapa total de la condición humana”, etcétera. Greenwell es graduado de Harvard y del Iowa Writers' Workshop, sus relatos han sido incluidos en prestigiosas revistas literarias inglesas y de otros estados donde se usa ese idioma y en el presente ejerce como crítico en The New Yorker, The Paris Reviewy The New York Times Review of Books.
Pureza, de reciente aparición, resulta una sorpresa: un texto radical e impresionante, cuya escritura nos entrega instrumentos para existir y bregar. La mayor parte de
Pureza transcurre en Sofía, la capital de Bulgaria, con ocasionales pasajes en otras latitudes europeas. Si bien quedan remanentes de la rígida dictadura totalitaria estalinista (recuérdese que Bulgaria fue, hasta el final de la era soviética, el satélite más aferrado a la extinta Unión Soviética), ya se respira el aire de una democracia que acaba de nacer y vacila de un lado a otro. Por las calles de Sofía desfilan multitud de estudiantes con cánticos, pancartas y proclamas que exigen la conquista de nuevas libertades, mientras el viejo aparataje socialista, en especial sus ampulosas y uniformes edificaciones, se deterioran irremisiblemente.
Es en medio de este clima efervescente, incierto, que Greenwell otorga el protagonismo a un joven catedrático originario de Kentucky, quien, tras un laborioso periplo por diversos centros de enseñanza, termina haciendo de Bulgaria su hogar, dominando el idioma y, además, poniéndose al día en los ritos y costumbres locales. Al comienzo de
Pureza, el narrador en primera persona ha terminado su relación con R., el único hombre al que ha amado con un sentimiento de pureza que jamás creyó posible: hay que tener en cuenta que la homosexualidad permitida en Europa, Norteamérica y tantos lugares, continúa siendo un delito bajo el férreo control de tipo socialista y aunque no se castigue con cárcel, es rechazada por la opinión pública y el manejo de los medios de comunicación. En todo caso, a quien nos cuenta la historia, así como a sus amigos, esto le tiene sin cuidado. En esta nueva etapa de su vida siente un inesperado renacimiento, tiene una serie de encuentros con alumnos, con otros escritores o con amantes que exponen novedosas formas de poder y deseo que lo obligarán a hacer frente a heridas que creía sanadas.
Pureza puede leerse en varios niveles: un volumen de relatos interrelacionados, la aglomeración de episodios agitados, una composición orquestal en tres movimientos, o sea, las tres partes en que se divide el tomo. La prosa de Greenwell es sensual, minuciosa, descriptiva, y plasma en
Pureza los intrincados dialectos del erotismo con brío y fuerza, todo lo cual podría calificar a Greenwell como un artista que indaga en los recovecos secretos de la naturaleza humana.
Un problema de
Pureza que hace ardua la lectura es el modo en que los caracteres son designados: ni el héroe ni nadie posee nombres y solo son denominados con letras mayúsculas: R, K, M, O, etcétera. Si se nos detalla su físico, en especial el de los hombres, son guapos, fornidos, musculosos, con rostros masculinos; las mujeres que pueblan
Pureza también son acreedoras de atractivos atributos y si son madres o abuelas, priman el humor y la bondad. Y por más que muchas veces no consigamos saber quién es quién, pronto nos acostumbramos al estilo de Greenwell, virtuoso, seguro, con un oficio que se ha ganado después de años de escribir y publicar.
Desde luego,
Pureza exhibe rasgos típicos de la literatura del presente, venga de países desarrollados o de los nuestros. Se trata de un producto proveniente de los cientos de escuelas de literatura creativa en las universidades, una confección derivada de talleres impartidos por autores consagrados, un concepto que se generó al término de la Segunda Guerra Mundial, en concreto a partir de los años cincuenta.
Fuere como fuese,
Pureza pertenece a esa categoría de ficciones que nos tientan a adentrarnos en zonas peligrosas, a vencer la hostilidad mediante la compasión, a leer sobre aspectos de la personalidad humana que nos son familiares y ajenos. Greenwell escribe sobre sexo de un modo muy explícito, alcanzando una intensidad y romanticismo inhabituales, tanto en lo palpable como lo emocional. Así
Pureza es de esa clase de ficciones que dejan huellas y son difíciles de olvidar.