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Editorial
Sábado 18 de septiembre de 2021
Liquidez y percepción de abundancia
El mundo político parece haber encontrado un nuevo instrumento de política fiscal y de popularidad.
Los resultados de la encuesta del Centro de Estudios Públicos difundidos esta semana muestran un importante mejoramiento en la percepción económica de las personas. Un 31% de los encuestados califica su situación actual como buena o muy buena, subiendo seis puntos desde fines de 2019 y alcanzando su máximo en casi quince años. Consecuentemente, el porcentaje de quienes califican su situación como mala o muy mala cae fuertemente y llega al mínimo histórico. Respecto de la situación económica del país, también se observa una sólida recuperación, aunque sin alcanzar los máximos de 2012.
Las perspectivas futuras, sin embargo, si bien muestran un mejoramiento, dan cuenta de una situación menos auspiciosa. Reflejo de ello, la percepción de progreso económico del país, aunque repunta respecto de diciembre de 2019 —sube de 6% a 18% la proporción de quienes estiman que el país está progresando—, en realidad, solo logra recobrar los bajos niveles que este indicador viene registrando desde mediados de la década pasada. Así, parece ratificarse la sensación general de estancamiento que ha dominado a Chile desde la segunda administración Bachelet.
Hay, con todo, algo paradójico en este salto de la percepción económica en comparación con diciembre de 2019, momento marcado por los efectos del estallido de octubre, pero previo a la pandemia. El drama vivido como consecuencia del covid-19 —con la pérdida de empleos e ingresos laborales— no parece reflejarse en estos números: aunque los hogares reconocen un estancamiento en las perspectivas, parecen estar viviendo un muy buen momento económico.
La respuesta no es difícil de encontrar: la gigantesca inyección de recursos a la economía —tanto a través de transferencias fiscales como de retiros de fondos previsionales— posiblemente explique la sensación de abundancia que parece embargar a muchos hoy. A partir de ello, no resulta aventurado sostener que, a su vez, es muy probable que el sistemático deterioro en la capacidad de crecimiento que se vive desde 2014 haya contribuido decisivamente al malestar ciudadano y a la grave crisis política vivida por Chile durante los últimos dos años.
Pero, además, estos números permiten entender por qué buena parte de los parlamentarios parecen embriagados por los retiros previsionales: la mayor liquidez genera una percepción de abundancia que, no importando sus efectos futuros, puede traer réditos inmediatos a sus impulsores. Desafortunadamente, el mundo político parece haber encontrado en los retiros un nuevo instrumento de política fiscal y de popularidad. En la medida que el crecimiento futuro sea mediocre, la presión por continuar con esta solución fácil permanecerá.