En el Japón de 1940, el próspero empresario de importaciones Yusaku Fukuhara (Issay Takahashi) empieza a verse cercado por el militarismo rampante que acerca a su país a sus nuevos aliados, Alemania e Italia, y también, por lo tanto, a la nueva guerra mundial. Yusaku disfruta de su vida burguesa con su bella esposa Satoko (Yû Aoi), protagonista de unas películas domésticas de gánsteres. Un amigo de juventud, Taiji (Masahiro Higashide), convertido en oficial del ejército, representa el contrapunto de la aspereza antiburguesa y anticapitalista de la nueva doctrina oficial.
Acompañado de su sobrino Fumio (Ryôta Bandô), Yusaku realiza un viaje a Manchuria, la región de China que entonces forma parte de Japón, y regresa al hogar con un secreto terrible, que no quiere revelar ni siquiera a su esposa.
Satoko entra en sospechas: imagina que es un enredo sentimental, teme que Yusaku la deje, se enoja y se rebela, hasta que se convence de que Yusaku puede ser un espía con fines nobles. “Seré la esposa de un espía”, declara, contenta, como si hubiera encontrado un nuevo tópico para su romance personal. Satoko es la protagonista sin contrapeso.
Hacia este punto, la película ya se ha encaminado con determinación hacia el melodrama de espionaje, al modo del cine norteamericano de la década de 1940 y, en especial, de la obra maestra de Hitchcock, Tuyo es mi corazón. La ambigüedad de Yusaku es el elemento detonante, pero lo central es el sufrimiento creciente de Satoko –una leve referencia a Kenji Mizoguchi, el gran cineasta japonés de la mujer, funciona como marcador–, que desespera en un mundo que no termina de entender. Tributaria de su género,
La mujer del espía no se resuelve en uno, sino en varios desenlaces, el último de los cuales remite con claridad a Mizoguchi.
Kiyoshi Kurosawa (sin relación con el maestro Akira Kurosawa) es uno de los cineastas maduros de Japón. Después de 30 largos en casi 50 años de oficio, ha llegado a dominar la forma determinista de su cine, que suele explorar las cuestiones de la identidad y la duplicidad. Ha llevado esas preocupaciones a través del género del terror, el bélico y el melodrama, con resultados dispares, pero casi siempre interesantes.
Sus películas tienen un aire ligeramente rígido, acartonado, como si no pudieran abandonar del todo el artificio. Esto lo distancia de Hitchcock –a quien suele remitir–, como resulta tan visible en el segmento central de La esposa del espía, cuando la pareja está trizada y las cosas pueden inclinarse a un lado o a su contrario. Pero le da también cierta singularidad deconstructiva, la de una ficción que lucha, sin excederse, sin estridencia ni pedantería, contra sí misma.
La mujer del espía es una de sus obras más atractivas.
Supai no tsuma.
Dirección: Kiyoshi Kurosawa.
Con: Yû Aoi, Issey Takahashi, Masahiro Higashide, Ryôta Bandô, Yuro Tsunematsu, Minosuke, Takashi Sasano, Hyunri, Chuck Johnson.
156 minutos.
En Mubi