Esta generación no está para medias inglesas ni francesas ni turcas.
Está para hacer lo que hay que hacer; si lo hace y lo logra, la última estación sería el Mundial de Qatar, pero si no lo consigue, bueno, el fútbol es así, todo tiene su tiempo y nada es para siempre, llega el viejazo y nos seguiríamos viendo, nunca los olvidaremos y el cariño no se va.
Al certamen del 2022, con 32 equipos, desde esta parte del mundo van
4,5 selecciones, cuatro de forma directa y otra por repesca; para el Mundial del 2026, con el aumento de cupos a 48 selecciones, serán 6,5: las primeras seis y la otra a patalear en un partido extracontinental.
Si las clasificatorias terminaran hoy, la selección de Chile no llega de ninguna manera.
Pero si terminaran hoy, con los cupos ampliados y futuros, pues bien, tampoco llega.
Estamos mal en las sumas y restas.
Lo de la media inglesa, que podía ser explicable con los antiguos puntajes —uno para el empate y dos para el triunfo—, se convirtió en inútil con las nuevas cifras repartidoras.
Esta selección no necesita un gran guía, porque los jugadores conocen el camino de memoria, así que el papel del entrenador es de buen administrativo y no de creativo. Lo mejor es que no se le ocurran cosas que nadie le pide y menos que teorice con el empate y sus circunstancias.
La generación dorada va perdiendo fulgor, pero aún chispea, y si algo no necesita es que le reciten el cuento anacrónico de una media inglesa a la que se le corrió el punto y ya no sirve como antes.
Martín Lasarte, por temor, inseguridad o mal aconsejado, hizo del empate un tema, y dejó en claro que no hay nada como los triunfos, porque tres puntos se requieren con urgencia, pero bueno, vamos viendo con calma la realidad, la altitud tan alta, faltan jugadores, el terrible fixture, el clima húmedo, la generación magullada y un empate así, un empate asá y bueno ya.
Después de las tablas con Ecuador, le sacó brillo a la teoría, acarició el punto y no se animó a ir por más, cuando quedaron con uno más. En los hechos, la igualdad nos hizo retroceder en la clasificación, porque desde que un triunfo suma tres, el empate no es lo que era.
Antes del partido con Colombia, Lasarte llevó a la práctica lo del puntito y por eso el equipo y planteamiento, con cuidados, remilgos, protecciones y resguardos.
Martín Lasarte, gracias a ese primer tiempo, consiguió un consenso absoluto, algo inaudito en el fútbol y en todas partes, porque fue evidente y dolía la vista: la selección fue un desastre. Y eso que tuvimos suerte.
La conclusión es que no hay medias tintas ni medias inglesas.
No hay cupo para empates ni espacio para cabezas de puntito.