Esta semana volveré a llevar la contra. No puedo evitarlo. Ser “contreras” es uno de los defectos que no he logrado corregir.
Por eso, en esta columna hablaré BIEN del convencional Rodrigo Rojas Vade, más conocido como el “Pelao Vade”.
Lo primero que diré es que él no es convencional. No, no estoy ninguneando su condición de convencionista o constituyente. Lo que quiero decir es que Rojas es un “tipo-atípico”, valga la paradoja.
Esa falta de convencionalismo lo convierte, en verdad, en un sujeto excepcional. Tiene un talento superior en lo intelectual, en lo estético y en lo narrativo.
“Pelao Vade” fue durante mucho tiempo el principal “influencer” del país. Fue capaz de capturar todas las modas disponibles y a partir de ellas construyó un personaje que lo tenía todo.
Puso en una sola persona la “suma-de-todos-los-bienes”; la síntesis en un solo cuerpo de la totalidad de las causas “buenistas”, de moda no solo en Chile sino en el mundo.
Animalismo, veganismo, victimismo, indigenismo, islamismo, anticapitalismo, ecofeminismo, ambientalismo, antiespecismo… Etcétera, etcétera, etcétera.
Sus conocimientos en las artes de la representación (estudió teatro en una universidad de Santiago) le permitieron caracterizarse de manera espléndida y elaborar libretos precisos, todo bajo el guion matriz del héroe posmoderno, que es víctima y luchador al mismo tiempo.
El tránsito desde el anonimato a la fama lo logró rápido el “Pelao Vade”; le tomó solo algunas semanas. Le costó un poco más convertirse en ídolo. Y digo ídolo en el sentido literal del término: alguien adorado o admirado con exaltación, a quien se le rinde culto.
Eso llegó a ser Rojas Vade, una especie de sumo sacerdote de una suerte de religión.
Con el buenismo-victimismo como fe y con el fin del capitalismo (ese demonio) como doctrina política, “Pelao Vade” logró convertirse en el “buen pastor” de un rebaño de miles de personas que lo seguían ciegamente suponiendo que serían guiadas hacia una “tierra prometida” mucho mejor que la actual.
Esas miles de personas que alguna vez fueron libres, y que se convirtieron en corderos mansos de rebaño, no se dieron cuenta cuando aparecieron otros “ismos” en la causa: el vandalismo, el supremacismo (nosotros somos los mejores y el resto los peores), el extremismo. Pero lo toleraron, porque suponían que el “buen pastor” sabía lo que hacía, y entendían que para llegar a la “tierra prometida” había que quebrar algunos huevos.
Por eso es comprensible la reacción que ha tenido una parte del rebaño con la confesión de Rojas Vade de que la historia de su cáncer era un cuento. Y al descubrir que su cuidada puesta en escena le sirvió —a él— para obtener mucho poder y mucho dinero.
“Pelao Vade” no era un “buen pastor”, sino “el mejor postor”. En simple, un “impostor”.
He visto tantas veces historias como la de “Pelao Vade” que tiendo a mirar con recelo a pastores y rebaños. Prefiero seguir apostando por la libertad y la independencia. Y si pertenecer a un rebaño se vuelve inevitable, entonces elijo ser la oveja negra. Y llevar la contra. Veo cierta higiene en esa mala costumbre.
Más que Joe Black quizás debiera comenzar a llamarme Black Sheep.