Las letras de los tangos ayudan a retratar situaciones de la vida cotidiana. El fútbol no es la excepción y el “Volver” de Carlos Gardel sirve para ilustrar que la situación actual del fútbol chileno es cíclica y replica sus desventuras de hace dos décadas.
El 4 de septiembre de 2001, la selección chilena caía en el Estadio Nacional ante Venezuela por 2 a 0. La Roja fue última en la ruta al Mundial de Corea-Japón. Eran jornadas tenebrosas. Vendrían las dos huelgas del Sifup de 2002 y la hecatombe de los clubes. Había conflicto con la empresa detentadora de los derechos de televisión de la selección, y en 2002 concluía el vínculo con Fox Sports, TVN y Sky, que dejó a los cuadros locales percibiendo una miseria a partir de 2003.
Dos décadas después el clima es parecido. Chile perdió feo ante Colombia y salvo una racha histórica, la eliminación del Mundial de Qatar es un hecho. Se equivocó Martín Lasarte, pero, ante todo, se cuestiona su carencia de reacción cuando el equipo hacía agua en Barranquilla.
No es culpa de Lasarte que Chile no disponga de atacantes de nivel internacional. Como nunca hubo una versión oficial clara, sí es responsable de permitir que Alexis Sánchez jugara frente a Brasil en la Copa América, en un duelo de cuartos de final que era casi inalcanzable. El tocopillano disputó esos 45 minutos que lo marginaron hasta hoy. Una tragedia griega para nuestra selección. Papelón el de Francis Cagigao, director deportivo de selecciones, en el caso de Robbie Robinson y en las ausencias de Ben Brereton y Francisco Sierralta. Argentina y Colombia tuvieron a sus “ingleses”; Chile ni siquiera negoció.
Estaba claro que el problema no era Reinaldo Rueda, pero la demagogia de la mesa de la ANFP, que solo apuesta a golpes de efecto, empujó a la salida del colombiano que sabía las fortalezas y debilidades del plantel. Se tejió una teleserie poco verosímil para explicar su partida a Colombia, incluyendo un mal manejo del vestuario. Nada de eso era cierto.
Tal como hace dos décadas, el escenario es catastrófico. La ANFP, por la torpeza contumaz de varios años del Consejo de Presidentes, tiene que pagar la multa que impuso el Tribunal de la Libre Competencia, ratificada esta semana por la Corte Suprema. Dos millones y medio de dólares que nadie sabe de dónde saldrán, pero que deberían ser cancelados por todos los clubes. Ellos determinaron la barrera de entrada a los campeones de la Segunda División Profesional, algo advertido de forma majadera por la prensa.
No es lo único. Nike y Turner denunciaron ante árbitros comerciales a la ANFP en juicios que se ven cuesta arriba. Por el riesgo, la decisión de no usar la ropa de la marca estadounidense fue temeraria. Se podía judicializar el conflicto, pero sin faltar a las obligaciones. El nuevo contrato de vestimenta llega a un tercio del anterior y la licitación por los derechos de televisión quedó abierta, porque las ofertas fueron muy bajas.
Así estamos. Sin conducción, con un equipo que se extingue y los representantes de jugadores tomándose los clubes, en concomitancia con algunos especuladores que controlan instituciones. 2001 y 2021 se parecen demasiado. Gardel tenía razón.