En las primeras líneas de diálogo de esta película, Maloney (Ross Brewster), jefe de un servicio de entrega de paquetes, le explica a Ricky (Chris Hitchen) que en este nuevo empleo “tú eres tu propio jefe”, tienes tu propio capital y manejas tus tiempos, no recibes sueldos, sino honorarios, ni hay contratos ni prestaciones laborales. Es la gig economy, la economía de la independencia, los cortos plazos y la autoadministración.
Ricky, exobrero de la construcción en Newcastle, piensa que esta es una oportunidad para salir del hoyo en que los sumió la crisis de las hipotecas del 2008. Pero para poder comprar la camioneta que será su instrumento de trabajo, debe vender lo único que tiene su familia, el pequeño auto en que su esposa, Abby (Debbie Honeywood), se traslada en su oficio como cuidadora de ancianos.
El delivery resulta ser una tiranía: las entregas se cronometran, los choferes deben correr, cada falla es una multa y hay un aparato fatídico, un lector de códigos manual para identificar los paquetes, que si se pierde o se daña debe ser pagado por el trabajador con un costo insufrible. La vida familiar de Ricky y Abby, que siempre ha sido acompañada por la cuasi pobreza, se deteriora velozmente: Ricky trabaja más que nunca, Abby recorre la ciudad en transportes públicos, el hijo adolescente se rebela contra todo (escuela incluida) y la hija menor moja la cama por las noches.
La gig economy no podría ser un mejor tema para el cineasta Ken Loach, emblema del socialismo inglés —y, diríase, un marxista clásico, preleninista—, que descubre en ella una nueva forma de explotación del trabajo, de mejor ver pero no menos cruel que las tradicionales. La modalidad del autoempleo en la entrega de paquetes encubre una forma de precariedad que termina por quebrantar las ilusiones de unas gentes que no lograrán salir de la trampa vital.
Y sin embargo, Loach practica una nueva forma de neorrealismo, que no es un cine de tesis. Sus películas están cargadas de intenciones políticas y sociales, pero no tratan sobre abstracciones, sino sobre personas, gente que vive y lucha, aun con esperanzas demasiado escasas. Por eso el sesgo socialista de Loach siempre ha ido acompañado por un humanismo de raíces muy hondas.
Lazos de familia es posiblemente una de las películas más sombrías en una filmografía que nunca ha sido optimista. Y si Loach ha decidido filmarla a los 83 años, con su inquebrantable sentido de la independencia y la lealtad a sí mismo, será porque habrá visto una nueva dimensión en la economía que, como siempre, quiere ser el primero en denunciar, con su pulcritud fílmica y su austeridad sin adornos.
A estas alturas, el cine de Loach no puede sino ser admirable.
Sorry we missed you
Dirección: Ken Loach.
Con: Chris Hitchen, Debbie Honeywood, Rhys Stone, Katie Proctor, Ross Brewster, Charlie Richmond, Sheila Dunkerley, Julian Ions. 101 minutos.
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