Señor Director:
La historia de Diego Rojas, el joven que con 19 años va a doctorarse a Estados Unidos, es asombrosa, pero también preocupante, pues deja en evidencia la escasa atención que hemos brindado a nuestros niños, niñas y jóvenes con altas capacidades.
Como Diego, hay cerca de 355.000 estudiantes con estas características en nuestro sistema escolar, de los cuales solo un 1% tiene la oportunidad de asistir a un programa de talento. El resto se mantiene en el sistema escolar, con distintas edades, en diversos contextos socioeconómicos, sin ninguna legislación que mandate su atención.
¿Enviaríamos a nuestros talentos deportivos sin entrenador a un Mundial? ¿Por qué a nuestros talentos intelectuales no les damos el mismo trato? Lamentablemente, hay una serie de prejuicios y mitos que rodean a la alta capacidad intelectual, como que serían estudiantes “genios”, que no necesitan de apoyos, que tienen el éxito académico asegurado y que darles una atención particular no es justo para el resto de sus pares.
Estos estudiantes están presentes en las aulas y representan el 10% de la población escolar. Cabe preguntarse: ¿por qué si las políticas nacionales adhieren al concepto de inclusión educativa, no consideramos a este grupo en particular?
Es cierto que la complejidad y diversidad de nuestras aulas apremian cada vez más a nuestros profesores, pero hay opciones que no son difíciles de implementar, como la aceleración, que si bien la legislación no permite, con compromiso y dedicación de diversas instituciones, permitió a Diego una respuesta certera y oportuna a sus necesidades educativas.
¿Cuántos Diegos, Danielas hay en nuestras aulas, con diferentes tipos y grados de talento que no reciben atención? ¿Qué les ofreceremos para potenciar sus capacidades? ¿Hasta cuándo deberán esperar?
María Paz Gómez
Universidad de los Andes
Ma. Leonor ConejerosKatia Sandoval
Sandra Catalán
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Macarena Schiller
Universidad Mayor