Tenía mucha razón Martín Lasarte cuando señalaba que en la elaboración de la nómina de la selección nacional para los próximos juegos eliminatorios de septiembre no tenía por qué pedir permisos a los clubes ni menos negociar con ellos. Un solo criterio bastaba para amparar la posición del DT uruguayo: que la Roja representa a la Federación de Fútbol de Chile y, por tanto, se debe a los lineamientos del ente internacional que integra —la FIFA—, que señala que es una obligación de los clubes (que, a su vez, integran las federaciones locales) facilitar a sus jugadores en las fechas oficiales de juego de selecciones (por ejemplo, las referidas eliminatorias).
Clarísimo. No cabían dobles interpretaciones y el seleccionador finalmente procedió como se esperaba: dio a conocer la nómina sin que se pueda poner en duda la libertad que tuvo para realizar todos los llamados.
Dicho eso, sí hay que hacerse una pregunta: ¿Hubo por parte de Lasarte un cuidado cierto para no crear problemas mayores y herir susceptibilidades?
Por cierto que sí, y es algo que bien hay que ensalzar en la labor realizada por el DT. Porque fue criterioso y justo cuando tenía todo de su lado para tomar decisiones discrecionales. El reglamento lo amparaba. El medio lo respaldaba. Pero optó por el buen análisis por sobre la simple aplicación del poder.
La evidencia es clara. Lasarte había señalado en un par de entrevistas en las últimas horas que esperaría hasta última hora la posibilidad de llamar a Alexis Sánchez. Claro, contar con el goleador histórico de la selección en los partidos ante Brasil, Ecuador y Colombia era algo importante. Y que el propio Sánchez mandara mensajes optimistas podría haberse convertido en una presión imposible de sobrellevar para Lasarte. Pero no. El seleccionador fue prudente y antepuso el bien del jugador por sobre su propia y entendible necesidad.
Alexis, de acuerdo a los exámenes hechos por los médicos de su club, tiene una rebelde lesión muscular en los gemelos y no tiene posibilidades de recuperación pronta. Hacerlo jugar en las próximas semanas e incluso entrenar a ritmo de alta competencia era un riesgo altísimo. Era más sabio dejarlo que se recuperara. Primó el criterio. Más bien, Lasarte lo hizo primar.
No es todo.
La misma lógica de la reflexión sana operó en las nominaciones que hizo el DT de los jugadores que actúan en Chile. Como la ANFP decidió no parar ningún torneo local durante las fechas FIFA, los equipos que estaban llamados a entregar sus figuras sufrirían bajas que podían afectarlos competitivamente. Por eso, pese a que no había restricciones previas, parecía lógico que Lasarte debía justificar sus llamados aplicando pragmatismo puro. Y lo hizo: sacó a solo un futbolista de cuatro equipos distintos y solo uno de ellos (Gabriel Castellón) uno se imagina que no tiene opciones ciertas de jugar en algún minuto de los tres partidos. Los otros tres (Núñez, Jiménez y Morales) sin duda que estarán peleando por entrar a la cancha.
Es verdad. La selección nacional siempre será el equipo más importante. Nadie debe propugnar negociaciones, “lobby” ni menos vetos para con el seleccionador. Es del todo improcedente. Pero sí era exigible a él un alto grado de criterio.
Es el mínimo esperable. Y Lasarte lo superó largamente.