Irene Solà (1990) es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona y obtuvo un magíster en Literatura, Cine y Cultura por la Universidad de Sussex.
Canto yo y la montaña baila, su segunda novela, logró el premio Libres, el Punt de Llibre, el premio Cálamo otra mirada y el María Angels de narrativa. Originalmente escrita en catalán, ha sido traducida al euskera, al italiano y se hallan en curso las traslaciones a otros quince idiomas, entre ellos el inglés, el francés, el holandés, el turco y el árabe. Su poemario Bèstia alcanzó el premio de poesía Amadeu Oller, ha sido vertido al inglés, al italiano y se espera la versión castellana. Su novela inaugural Els discs, ganó el lauro Documenta 2017. Sus textos y producciones audiovisuales se han expuesto y leído en el CCCB (Barcelona), la Whitechapel Gallery y el Jerwood Arts Centre (Londres), el Bólit (Gerona), el ACVIC (Madrid), la galería JosédelaFuente (Santander) y el festival Poesía. Solá colabora regularmente en La Vanguardia, es escritora residente en la Universidad George Mason, de Virginia, y participa en el programa Writer's Arts Ledig House (Nueva York).
Canto yo…, como ya es habitual en las letras peninsulares, ha sido objeto de un diluvio de aplausos: “Una novela extraordinaria. Hay belleza en cada página, una pasión por escribir, por las palabras y los paisajes, por las criaturas creadas”; “Bellísimo libro”; “El yo se multiplica, se fusiona en la materia, integra a los habitantes del valle, sus animales, árboles, la tierra misma en un yo polimórfico que canta y hace bailar”, etcétera.
Canto yo… es una crónica en la que llevan la voz cantante múltiples personajes, quizá demasiados para un ejemplar de concisa extensión, un relato coral de hombres y, sobre todo, de mujeres; asimismo, toman parte en él espectros de personas del sexo femenino hace mucho tiempo desaparecidas, fantasmas de agua, nubes y hongos, perros, vacas, jabalíes, gatos, caballos, corzos y espectros de animales y plantas que habitan entre Camprodon y Prats de Molló, en los Pirineos. En un bello pasaje de
Canto yo… nos enteramos del origen mítico del nombre Pirineos, nominados así por la unión entre Hércules y la semidiosa Pirene. Solá nos interna en una zona que poco ha significado en el arte y la literatura dentro de la tradición hispana. Es una región de frontera que, por sobre la leyenda, conserva la memoria oral de siglos de lucha, de persecuciones guiadas por la obcecación, de guerras intestinas. Aquí se da rienda suelta a la imaginación y el pensamiento, para despertar el deseo de hablar, cantar, enamorarse, un espacio donde recomenzar y, de alguna forma, redimirse.
Dividida en cuatro partes y dieciocho capítulos, Yo canto… resulta un tomo arduo de definir. Como ya lo señalamos, los personajes son tantos que es imposible recordarlos a todos: Domenèc, el campesino poeta; Dolceta, experta en cosas de brujería; Sió, quien, al ser fusilado Domenèc por el ejército franquista, tiene que educar sola a sus hijos Mia e Hilari (que más tarde también es ejecutado en los montes de Mataveques); Margarida, sanadora y curandera, oficio que proviene de su familia; Eulalia, poseedora de múltiples recursos; Joana, amiga y protectora de Sió; Tía Carme, en verdad llamada así por su proximidad con los protagonistas, pues carece de descendencia. Neus, Rei, Alba, Jaume, Juan, Pedro, Rosalía, tía Juani. Son tantos que a veces hay que retroceder en la lectura para saber quién es quién.
Si bien estamos ante un título de grata lectura, presenta obstáculos menores y una curiosidad mayor: fue escrito en catalán, idioma hasta hoy desterrado de las bibliotecas españolas (incluso se persiguió, bajo penas de presidio, a quienes lo hablaban), con raros párrafos o vocablos en castellano, que aquí pasa a ser, paradójicamente, una lengua minoritaria.
Canto yo… plantea otro tipo de cuestiones: Solá nunca parece ponerse de acuerdo consigo misma si está componiendo anécdotas, rememorando quimeras, haciendo reminiscencias en torno a una época ya fenecida o, lisa y llanamente, página tras página, capítulo seguido de otro, párrafo después de párrafo, redactando un poema en prosa. Cabe señalar que
Canto yo… posee numerosas secciones que exponen dibujos un tanto inexplicables, junto a poesía que, obviamente, no es de calidad superior, pues ha sido creada al azar por campesinos, aun cuando exhibe una hermosura que es la de lo primigenio, lo primitivo, lo que se ha desvanecido en la noche de los tiempos.
En última instancia,
Canto yo… conforma un himno a una zona ignorada por los lectores en español, una dolorosa y nostálgica remembranza de aquello desconocido, un homenaje a la esencia del mito.