Ximena Vergara Johnson (1940) posee una distinguida trayectoria como socióloga, cientista social e investigadora en diversos centros superiores de estudio, tanto en universidades tradicionales como instituciones internacionales (en concreto, Flacso) dedicadas a la difusión de la temática latinoamericana. Ximena Vergara ha publicado numerosas obras de su especialidad, ampliamente reconocidas en el ámbito académico, siendo la más destacada El modo de ser aristocrático, elaborada en coautoría. En la década del ochenta fue directora del Departamento Social de la Municipalidad de Ñuñoa.
Frágiles memorias, de reciente aparición, es su debut literario y, hay que decirlo de inmediato, se trata de un estreno en el mundo de las letras chilenas muy promisorio. Los veintinueve relatos que componen Frágiles memorias han sido concebidos durante los pasados doce años, cuando Ximena Vergara ya se sentía con capacidad y aptitud para soltar la pluma y dar el dificilísimo paso de llevar el manuscrito a una casa editora. Durante 2020, año en que comenzó la pesadilla de la actual pandemia, Ximena Vergara se encerró en su casa y se atrevió a recolectar veintinueve historias, por lo general breves y cuya temática, pese a parecer, a primera vista, estrecha, es muy amplia y va de lo antiguo a lo moderno, de lo íntimo a lo conocido, de lo feminista o protofeminista, a lo más bien convencional; de la escritura directa y llana, a otra de carácter más experimental, empleando recursos de la literatura de hoy, o sujetándose a técnicas modernas o moldes muchísimo mas seguros.
Frágiles memorias, como ya lo afirmamos, se compone de veintinueve piezas, que van del minimalismo, vale decir, el minicuento al relato de mayor extensión, de la temática urbana a la rural, de ese mundo remoto, aunque muy cercano a la autora, de las clases latifundistas, a uno sumamente diferente, el de los empleados y empleadas; del contorno de gentes que vivieron durante las décadas de los cuarenta, los cincuenta, los sesenta, al del incierto y convulso presente; de los medios docentes, sofisticados, al quehacer diario, en especial el de las mujeres solas, casadas a disgusto, separadas, alcohólicas, víctimas de depresiones, ilusionadas para frustrarse, dueñas de casa asfixiadas por la rutina, diplomadas, con posgrados, que sueñan con hacer una carrera en otros países o lograr una forma de reconocimiento en Chile.
Frágiles memorias comienza con “Unas viejas cortinas verdes”, desgarradora, triste, patética crónica que gira en torno a Amalia, actriz que fuera famosa y triunfadora, pero hoy es un desecho humano, que sufre una severa depresión y es tratada por un atildado psiquiatra que le receta elevadas dosis de pastillas. El resto de las tramas que componen Frágiles memorias, alternan la primera con la tercera persona, revelan un vocabulario inusualmente culto, diversos registros idiomáticos, alternaciones en el punto de vista narrativo o se sitúan en estructuras acostumbradas.
Así ocurre en “Háblame como si estuvieras aquí”, narración en la que los protagonistas, Ismael y Diana, estudian Biología Molecular en la Universidad Católica. Viajan juntos a Europa en los 70 y él alberga hacia ella sentimientos de amor no correspondidos. Él se convierte en un destacado cirujano traumatológico y ella se casa con Arnold, un ingeniero. A los 43 años, Ismael sufre un accidente fatal. Y Mabel empleará el resto de su existencia en una empresa conmemorativa para Ismael, percibiendo, muy tarde, que estuvo realmente enamorada de él.
“Hotel Cervantes”, en un par de páginas, retrata el peregrinaje de un inmigrante, Piero Petrone, a quien le diagnostican cáncer terminal; sin embargo, renuncia a los tratamientos y nos dice: “Necesito soledad. No daré el espectáculo de mis sufrimientos. Manejaré mi propia enfermedad”.
El deterioro de los años, las dolencias, el sufrimiento físico y psíquico, son elementos y factores constantes en Frágiles memorias. Así acontece en el notable “Cadillac del 48”, cuyo inicio dice: “Quedaron solos, con hijos descariñados y conocidos, más que amigos”. “Siempre presente”, quizá el mejor texto de esta compilación, desarrolla el vínculo entre Loreto y su maestro Juan Masjuan, quien, al interpretarle a Homero, expresa: “En este caminar no hay reglas”. En efecto, para tratarse de un primer volumen, Ximena Vergara demuestra con creces que sabe saltarse las reglas.