Terminaron los Juegos Olímpicos y volvemos a la realidad casera.
Es distinta a la olímpica. Es cierto que en Tokio sucedieron cosas discutibles y algunas francamente feas. No nos gustó, por ejemplo, que a nuestro deportista Esteban Bustos lo eliminaran en las pruebas de salto ecuestre del pentatlón moderno cuando iba muy bien y se cortó la rienda de su cabalgadura. Como se sabe, los competidores reciben un caballo que no conocen y que viene completamente equipado. Sin embargo, luego de eliminarlo le dijeron que la culpa de la rotura de la rienda era suya. Injusto y ridículo.
También hubiéramos querido una mayor inquietud de la árbitra hondureña para resolver la jugada del cabezazo de Francisca Lara en el partido con Japón. La pelota picó en la línea, sin entrar al arco, pero el bote dejó dudas y, para muchos, la arquera la contuvo ya adentro. Si entró o no entró es una cosa, pero otra es que la jueza se haya limitado a preguntar la opinión de sus colegas del VAR. No pidió ver las imágenes. Mal ahí. El gol clasificaba a las futbolistas chilenas.
Nadie pretende que los resultados de Chile hubiesen sido distintos de no mediar estas situaciones. No se trata de eso, se trata solo de decir que en todas partes y en cualesquiera circunstancias pasan cosas discutibles. Aun en los Juegos Olímpicos.
Ahora bien, ¿qué calificación debe tener la participación del equipo chileno?
Seguramente hay acuerdo en que fue baja. A los Juegos se va a competir, aunque esto pueda estimarse un insulto para el soñador barón De Coubertin. Se supone que todos los deportistas van solamente a participar, pero lo importante es el medallero por países. Y si es por medallas, no trajimos ninguna.
Solo tres diplomas cosechó la más numerosa delegación chilena de nuestra historia olímpica. Digamos, eso sí, que el diploma de nuestro joven golfista “Mito” Pereira debió ser metal, pero lo impidió esa pelota casquivana que se paseó por el borde sin entrar donde debía. Y la suerte de Yasmani Acosta pudo ser distinta en la lucha grecorromana.
Obviamente, no es un buen resultado. Pero ¿es mucho peor que el de otros Juegos? Exceptuando Helsinki 1952, con los equitadores; Melbourne 1956, con “Marlene y los boxeadores”, y nuestros dorados Massú y González en Atenas 2004, lo de Tokio está en lo que es normal para nuestro país en la justa olímpica.
Pero ya estamos de vuelta en lo nuestro. Y nos sentimos “en casa” con el duelo a garabato limpio entre “Chupete” Suazo y la banca de la UC, con la acusación de un relator contra Luis Marcoleta por una supuesta agresión a bordo de un avión y con la denuncia de Pablo Milad de haber sido perseguido por la ANFP cuando era presidente de Curicó. Y esta última es una historia que da para mucho.