Imposible no emocionarse con la despedida que sus compañeros, pero ante todo sus rivales australianos, proporcionaron a Luis Alberto Scola, el notable pívot argentino que completó cinco Juegos Olímpicos, con el oro de Atenas y el bronce de Beijing como hitos inolvidables. La despedida del gran poste español Pau Gasol también conmovió a los amantes del baloncesto. Con estos dos gigantes se va una parte importante de este deporte.
Scola fue el sobreviviente de un plantel inolvidable, que venció en un Mundial y unos Juegos Olímpicos a la selección de Estados Unidos —“Dream Team” solo fue el de Barcelona 92— mostrando esa jerarquía que distingue a los grandes. Mientras más bravos los partidos, mejor jugaba “Luifa”. A los 41 años deja los cinco anillos y la imagen de un gimnasio desierto, con los protagonistas aplaudiendo de pie por largo rato al gladiador que se marcha. Tal como la fotografía rescatada del archivo de El Gráfico, en que aparece sentado en una esquina de la cancha del Luna Park, en su condición de alcanza balones en la final del Mundial de 1990 entre Yugoslavia y URSS, dos países que ya no existen.
Se va Tokio 2020 y el salto a nuestra realidad nos dice que el básquetbol chileno logró que el público retornara a los gimnasios. Pronto lo hará el fútbol, que mantiene entre sus interrogantes quiénes son los dueños de la U. No lo sabemos, pero lo cierto es que cuando los hinchas vuelvan a los estadios, los propietarios, dirigentes y en especial el presidente, Cristian Aubert, tendrán que enfrentar el malestar de los abonados. En este sentido, en Blanco y Negro tuvieron suerte sus dirigentes. Con público, su presencia en el Monumental habría sido al menos ingrata en la temporada 2020.
Será necesario un plan de protección para Rafael González y los directores de Santiago Wanderers. La campaña, que tiene casi condenados a los “caturros” al descenso, augura un clima áspero. El primer cotejo con hinchas en Playa Ancha será una prueba de fuego.
La semana que se va nos ratifica el nulo peso de nuestro fútbol en la Conmebol. Los árbitros chilenos desaparecieron de la Copa Libertadores y Sudamericana, relegados a secundarios papeles en algún VAR. El presidente de la ANFP, Pablo Milad, exhibe un accionar errático en sus intervenciones, confundiendo su rol de dirigente con su antigua tarea como político. Desde Asunción y Montevideo explicaron que la decisión de sacar la final de la Copa Libertadores Femenina fue consultada a Quilín, donde dieron la venia. Al observar la batahola que generó la medida, se buscó una respuesta que mostrara independencia y dignidad. El problema es que el barullo provocó indignación en las lustrosas oficinas de Luque. “Domínguez le irá sacando cosas de a poco”, decían en los chats, porque no confía en la actual administración del fútbol chileno.
Si a eso agregamos respuestas no verosímiles, como su versión de la salida de Reinaldo Rueda, o sobre la mejoría de las relaciones del vestuario de la Roja, o que en la gestión de Arturo Salah no le enviaron los dineros del CDF a tiempo a Curicó Unido y que incluso lo perjudicaban con las programaciones, queda claro que la cabeza no entiende el sitial que ocupa.