Malamente, a tropiezos, con idas y venidas, como ha sido todo con el cine durante este año, está en salas la ganadora del último Oscar, Nomadland, dirigida por Chloé Zhao, la cineasta nacida en China que debutó en el 2015 con la más nativa de las películas norteamericanas de los últimos años, Canciones que me enseñaron mis hermanos (disponible en Mubi), filmada entre la tribu de los lakota.
Nomadland es otra exploración en la América profunda, esta vez centrada en los centenares de personas que transitan por las regiones del oeste en sus casas rodantes. Se trata de un relato muy progresivo —hasta cierto punto engañoso—, que parte con Fern (Frances McDormand) en el momento en que emigra de Empire, Nevada, una ciudad que se desmantela luego de que cierra su fábrica de vulcanita. Durante un segmento, parece una película dedicada al problema de los que emigran buscando trabajo después de la crisis del 2008. Las personas que Fern conoce están en eso: empleos precarios (un monstruoso centro de Amazon, un bar, un campamento de tráileres), bajos sueldos y total desprotección.
Sutil, delicadamente, la película gira hacia el nomadismo como tal, una forma de vida que se entronca con la tradición fundacional de Estados Unidos, su permanente búsqueda de nuevas fronteras, su deseo de conectarse con la naturaleza virginal, los grandes horizontes lejanos a las ciudades. Esta es, posiblemente, la única parte de la película en que emerge, aún en sordina, alguna épica de los tiempos originales.
El último giro es hacia una dimensión más profunda: los dolores privados que movilizan a estos trashumantes en un solitario, casi secreto combate contra la muerte. Lo que en principio parece una película de tono social, una actualización, digamos, de Las uvas de la ira, se transfigura en la aventura existencial de una protagonista que descubre, poco a poco, los motivos más hondos de sus deseos de seguir viajando, sin establecerse nunca, sin fijar un hogar (“no soy una homeless, soy una houseless”).
Chloé Zhao filma a la manera de un clásico modernizado: pasa de los primeros planos a los planos inmensos, que fijan el horizonte y extienden el espacio al paisaje monumental, con perfecta continuidad, sin perder nunca el eje a la altura del ojo. No hay drones, ni encuadres obtusos, ninguna pirotecnia visual. De este estilo se podría decir, con toda propiedad, que el principal objeto del cine es el ser humano.
Los seres humanos de Nomadland están más vivos que cualquier personaje del cine contemporáneo, quizá porque caminan en la frontera de la muerte, buscando el limbo donde se reencontrarán con lo que más han amado. Vibrante, sorprendente, conmovedora.
Dirección: Chloé Zhao.
Con: Frances McDormand, David Strathairn, Linda May, Charlene Swankie, Gay DeForest, Patricia Grier, Angela Reyes, Carl R. Hughes.
107 minutos.
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