El deporte no escapa a las características de su época. Muestra en canchas y pistas y en todos sus escenarios, para gusto o disgusto de los espectadores, las realidades de cada momento. Todas las realidades: sociales, tecnológicas, mentales, físicas, políticas.
Estos Juegos Olímpicos de Tokio son los de mayor aporte en muchos aspectos. Podemos recordar los de 1936 por el racismo, cuando en plena Alemania nazi debió sufrir Hitler el triunfo de un atleta negro, Jesse Owens, en la velocidad atlética. Podemos recordar la expresión del Poder Negro estadounidense en México 1968, otro episodio racial. Todos los Juegos han venido exhibiendo la incorporación de la mujer al deporte: 6 participaron en París en los de 1900 (de un total de 1.066 competidores), y hoy representan el 49% de la asistencia total. Podemos recordar la presencia política y terrorista en la masacre de Múnich 1972. Para qué hablar los episodios del desarrollo tecnológico.
Hoy, en la capital japonesa, no es solo uno el aspecto que revela el carácter de nuestra época. Son varios y todos importantes.
El de mayor resonancia es el de la salud mental y emocional, que para expertos es “la epidemia silenciosa” y que presenta desajustes en altos porcentajes de la población mundial. El dramático caso de Simone Biles y su retiro de algunas pruebas (retornó, aunque sin éxito competitivo y en medio de la alegría de compañeras y adversarias) abrió la puerta al tema y nos llegó a los chilenos a través de nuestro halterófilo Arley Méndez, quien también eludió la competencia en un episodio de matices muy extraños.
Por cierto, ningún deporte y ninguna competencia escapa al tema mental y sus dolores, tan intensos como los físicos y a veces igualmente invalidantes. La depresión, que es el más recurrente en la población general y en la deportiva, también marcó a nuestro fútbol, con la prematura desaparición de Raimundo Tupper, el querido y recordado jugador de la Católica.
En Tokio no ha estado ausente lo político, esta vez con el pedido de asilo de la atleta bielorrusa Krystsina Tsimanouskaya, en un episodio cinematográfico: denunció secuestro de personeros de su país en el aeropuerto de Haneda, a donde era conducida para ser deportada a su país, gobernado por el dictador Alexandr Lukashenko.
Junto con la salud mental y la política, en Tokio se ha hecho presente asimismo la diversidad sexual y de género. Han participado reconocidos homosexuales y lesbianas y se ha producido el estreno de la primera competidora transgénero, Laurel Hubbard, que compitió en el levantamiento de pesas como hombre hasta que el COI aceptó como mujeres a quienes muestren un nivel de testosterona determinado.
Así, los JJ.OO. están cumpliendo con ser espejos de nuestra sociedad y sus cambios. Hoy hay más cambios, son más extendidos y más profundos. Como es nuestra época.