Cincuenta años atrás comenzaba la década de los 70. Esto, que parece obvio, cuando se trata de la historia del cine, no se hace fácil de digerir. Fines de los años 60 y comienzos de los 70 se considera el último momento de gloria del cine norteamericano, la última vez que Hollywood capturó las tensiones sociales y culturales de la época y al mismo produjo películas desafiantes, sexis, adultas, pensadas para grandes públicos.
Todavía bajo la influencia del movimiento de derechos civiles, en plena Guerra de Vietnam, bajo protestas y manifestaciones de todo orden y un inédito escándalo político como Watergate, los finales de los 60 y principios de los 70 fueron extraordinariamente agitados, y quizás ello ayudó a que se alinearan los astros. El sistema de estudios del Hollywood clásico había sucumbido, entre otras razones, por sentencias contra la integración vertical de su estructura, por el traslado de la clase media a los suburbios, por la llegada de la televisión y por la propia falta de renovación creativa y etaria de sus ejecutivos y directores. Mientras sus apuestas iban por la producción acabada y suntuosa, las películas independientes, hechas fuera de los estudios, baratas, rápidas, al hueso, fueron, en las décadas previas, creando públicos y talentos. Los 50 vieron nacer a muchos directores que aspiraban a ser autores. Los 60 vieron cómo se soltaban las barreras de la censura y las convenciones dramáticas. En los 70 se juntaron directores de experiencia, criados en el cine B, actores que decidieron ponerse detrás de las cámaras y recién llegados que provenían frescos de escuelas de Cine, donde habían estudiado el cine clásico, pero también el neorrealismo italiano y la nouvelle vague francesa.
Si se pudiera viajar a 1971, se podría pillar filmando o a punto de hacerlo a una lista que, entre otros nombres, consideraría a Sam Peckinpah, Robert Aldrich, Don Siegel, George Romero, Roger Corman, Sidney Lumet, Clint Eastwood, Arthur Penn, Roman Polanski, Robert Altman, John Cassavetes, Peter Bogdanovich, Stanley Kubrick, William Friedkin, Warren Beatty, Martin Scorsese, Brian de Palma, Bob Rafelson, Alan Pakula, Francis Ford Coppola,Woody Allen, Mike Nichols, Bob Fosse, Hal Ashby, Michael Cimino, Terrence Malick, George Lucas y Steven Spielberg.
“Para fines de los 60 y principios de los 70, si eras joven, ambicioso y talentoso no había mejor lugar en la Tierra que Hollywood”, cuenta Peter Biskind en su ya clásica crónica de la época, “Easy Riders, Raging Bulls”. “La onda alrededor de las películas atrajo a los mejores y más brillantes de los boomers a las escuelas de Cine. Todos querían entrar en el partido”.
Con el tiempo, no todos alcanzarán las mismas cumbres. Algunos solo lograrán una o dos grandes películas; algunos se convertirán en cineastas-celebridades; otros serán admirados e idolatrados por las generaciones siguientes; y otros simplemente se tomarán Hollywood, marcando el cine de los años 80, 90 y 2000.
Como bien se sabe, el cine industrial cambió para siempre después del estreno de “Tiburón” (1975) y “La guerra de las galaxias” (1977). El éxito arrollador, millonario que significaron estas cintas hizo ver a los dueños de los estudios en Wall Street que el cine no era un negocio menor, que apenas marcaba las agujas, sino uno grande, que merecía buena parte de su atención. La fiesta se acabó y Hollywood comenzó crecientemente a concentrarse en producir cine de espectáculo, de grandes inversiones y efectos especiales, pensado para los niños y adolescentes, su verdadero público. El cine B se convirtió en el cine A, películas de superhéroes, fantasía o acción cuasi fantástica hecha con presupuestos enormes, a todo lujo y color.
En esa ola aún vivimos. Las películas para adultos son como las migas que quedan en el camino de las megaproducciones. No todo está perdido, por supuesto. Hay cine fuera de Hollywood, claro. O incluso desde Hollywood salen a veces cosas que parecen –o son– películas de verdad. Con todo, cuesta creer que han pasado ya 50 años, especialmente cuando el escenario no tiene cara de que vaya a cambiar.