Desde los objetivos, Universidad Católica cumple lo estipulado. Ganó la Supercopa, clasificó a los octavos de final de la Libertadores y está en la discusión por el título del torneo local, en búsqueda de un inédito tetracampeonato. Everton la eliminó en la Copa Chile, pero entre las lesiones y ausencias por las citaciones a la selección, el equipo sufrió mermas relevantes y cayó sin apelación ante los ruleteros.
Lo anterior en los números. En la cancha, la escuadra de Gustavo Poyet no es predecible. Ofrece jornadas de excelencia, como el partido de ida ante Palmeiras, en el que cayó de forma injusta ante el actual monarca continental. En ese registro se anotan las victorias sobre Atlético Nacional y Nacional de Montevideo en San Carlos, sumando además el triunfo en Buenos Aires con Argentinos Juniors. Meritorio el avance a octavos de final después de una década. En este rango, la forma en que dio vuelta la final de la Supercopa frente a Colo Colo se instaló en el recuerdo.
El problema es que, en la misma proporción, el cuadro de Poyet exhibe rendimientos paupérrimos, como las caídas ante Audax Italiano, Deportes Melipilla y los “Bichos Colorados” en Santiago. El miércoles se marchó de la Copa Libertadores al inclinarse sin apelación frente a Palmeiras, casi sin situaciones de riesgo, transformando en figura a su arquero Sebastián Pérez. En la rueda de prensa, una vez más el entrenador respondió con molestia ante una pregunta normal, referida a la escasez de gol que muestra su escuadra.
Tal como sucedió en Viña del Mar, en el 0-0 con Everton por la Copa Chile, cuando se metió en un berenjenal porque los periodistas conocían con antelación las formaciones, Poyet salió a buscar enemigos. Da la impresión de que no entiende el rol que cumple. Es entrenador, conductor, el jefe, y no un futbolista que sale de la cancha con la adrenalina desatada. Es el técnico de la UC, no un cabro chico taimado.
Los futbolistas siempre midieron a sus líderes. Más aún en estos tiempos, en que disponen de información a raudales. En estos meses iniciales, se percibe un técnico al que le cuesta convivir con la realidad de los clubes grandes. Si se sustrae de las perturbaciones que lo sacan de sus casillas estará en condiciones de entregar sus lineamientos y presentar un cuadro que responda a la tradición cruzada. Mourinho hay uno solo. Entrar en la refriega con el periodismo es el peor negocio.
A partir de ahora Gustavo Poyet dispondrá de semanas completas para trabajar. Es la hora de aterrizar su propuesta, de enlazarla con la tradición cruzada, de pelota a ras de piso, circulación y protagonismo. La UC no puede jugar con un solo delantero, Fernando Zampedri. Hoy los externos corren mucho para atrás, se desgastan y pierden gravitación en los metros finales. Los volantes están más preocupados de recuperar, se acercan demasiado a sus zagueros y el arco les queda lejos.
Era entendible que el equipo se armara de acuerdo con las circunstancias o el rival de turno, pero el desafío es recuperar el tono de esta camiseta y ante todo la regularidad. No sirve un 7 de vez en cuando y llenar la libreta de rojos. Sabemos el final de la historia: el estudiante reprueba.