La Declaración aprobada por los convencionistas al comenzar sus funciones no hizo otra cosa que concretar los anuncios y las imposiciones que se habían anunciado con mucha antelación. Ella nos notifica de varios puntos que deben ser tenidos en cuenta, porque marcarán la tónica de su labor, el método de su trabajo y el objetivo que persiguen.
Primero, establecen condiciones previas para el inicio de sus labores fundadas en una mirada angelical de la violencia sufrida por el país a fines de 2019, para legitimarla como fundamento de la institucionalidad futura. Segundo, se erigen en un nuevo poder del Estado cuando mencionan que no pretenden “interferir ni arrogarse las competencias o atribuciones de otros poderes del Estado”: al referirse a “otros” queda dicho que ellos constituyen un poder, por eso Ejecutivo, Legislativo y Judicial son “otros”. Tercero, al afirmar que tienen una “responsabilidad política” de pronunciarse sobre temas contingentes están afirmando que son un órgano político, no una Convención para estudiar una nueva Constitución. Cuarto, que el pronunciarse sobre contingencia constituye una necesidad de entregar al país paz y justicia, contraviene el orden democrático expresado en el Poder Judicial en este caso. Quinto, al vincular la violencia de octubre del 2019 con una nueva Constitución esconden una falsificación de los hechos, puesto que ellos no tuvieron orgánica, dirigentes ni planteamientos definidos y que lo de la Constitución lo incorporaron los políticos más tarde. Sexto, “demandan”, lo que significa que exigen un derecho, es decir, mandan que se cumpla lo referente a los seis puntos que mencionan. Séptimo, finalmente, pretenden que la nueva Constitución establezca “mecanismos” que impliquen la no penalidad de la violencia cuando esta tiene fines políticos.
Junto a lo señalado, se plantean como una nueva élite dirigente, porque serían la verdadera expresión del pueblo. Su desempeño en la Convención mostrará si tienen o no los quilates para ser constructores de un orden superior, o si solo serán un nuevo grupo destructor, como tantos otros en la historia, que llegaron al poder afirmando ser los redentores de los oprimidos y abusados. Pero ahora aniquilando la institucionalidad desde dentro. En la Declaración abogan por la legitimación de la violencia, para imponerla como fuente del nuevo país y de su aún ignota nueva institucionalidad. Es un rasgo definitorio que une refundación y revolución.