En algún momento debía juntarse el grupo de jugadores que ilusiona a los seguidores del segundo deporte más popular del país en cultores y aficionados.
La semana que se va por fin se alinearon los astros y en el Centro de Entrenamiento Olímpico, la selección chilena de básquetbol se impuso con holgura a Bolivia, sufrió más de la cuenta ante Paraguay y, con la tarea resuelta, disfrutó contra Nicaragua.
Chile retorna a la lucha por conseguir un cupo para el Mundial de 2023, a celebrarse en Japón, Filipinas e Indonesia. La ilusión es gratis, pero la realidad nos aterriza y aún es prematuro pensar en las grandes ligas.
En un deporte en el que los centímetros pesan y en el que los kilos ayudan en los tableros, el básquetbol chileno posee hoy un puñado de jóvenes para sostener la esperanza. Nicolás Carvacho, quien recala en el Oliver Würzburg de la Bundesliga alemana; Felipe Haase, Maxwell Lorca y Manuel Suárez superan con largueza los dos metros y aún están en proceso de desarrollo. Cuesta encontrar en la historia del baloncesto local internos de esa envergadura, contemporáneos y en torneos de exigencia.
La buena noticia es que Sebastián Herrera se consolidó en el Oldenburg de la Bundesliga, un campeonato que vio a su selección clasificar a los Juegos Olímpicos, sin olvidar el progreso que vive Ignacio Arroyo en Estudiantes de Madrid.
En la burbuja de Buenos Aires, en noviembre pasado, en la fase de grupos para la AmeriCup, hubo un salto cualitativo. El equipo de Cristian Santander perdió estrecho con Argentina (meritorio, aunque fuese el quinteto B trasandino) y arañó el golpe en dos suplementarios ante Venezuela, con la base del grupo que jugó el Mundial de China.
En febrero, en el cierre de las eliminatorias, con la mitad del plantel, le costó competir en la serie que cerró en Colombia y terminó relegado a disputar el cuadrangular que concluyó el jueves en Ñuñoa.
La realidad es contundente: Chile puede medirse con las potencias del continente —sin Estados Unidos ni Canadá— si tiene a todos sus jugadores. Una merma, aunque sea menor, debilita en exceso al quinteto de Santander. Para reducir la brecha es fundamental ampliar la base. Con cierto egoísmo, es conveniente que los jóvenes que van al exterior prefieran el básquetbol europeo antes que el colegial y universitario estadounidense. El calendario de la FIBA permite su presencia en las ventanas de eliminatorias, algo improbable en el mundo de la NCAA.
Por largos años el sueño es ver a un chileno en la NBA. En un deporte de porcentajes, la posibilidad es mínima. Cuando observamos al vecindario, en especial al brillante trabajo de Argentina, o de Uruguay (un ejemplo a seguir), nos damos cuenta de que la ruta elegida fue Europa, en especial España e Italia. En ese rigor competitivo crecieron sus estrellas y los extraterrestres llegaron a ese planeta lejano y fantástico.
Cuando se inicia la apertura, después de lo peor de la pandemia, es vital retomar las competencias de inferiores e incorporar a los inmigrantes. La federación, bajo la presidencia de Irán Arcos, recobró estabilidad. Ahora el desafío es sumar al norte del país, porque aspirar a crecer, sin la mitad del territorio, es dar una ventaja kilométrica.