Los cuicos son un pueblo originario que comparte ideología, historia, biogénesis y una cohorte de características unitarias.
Está sometido a la narrativa de acoso y crítica que precede la extinción de un pueblo originario, debido a la arremetida de nuevos sistemas culturales que lo conquistan y colonizan.
Sin líderes y sin nadie que reivindique sus costumbres y méritos, alguien debe contar su historia, y por eso me hago presente.
Son demasiados los prejuicios y no existen textos escritos ni estudios científicos, lo que hace urgente la tarea.
¿Dónde está ese pueblo acosado? En su territorio, por supuesto, en barbacanas, alcazabas y terrazas con matacán. Me hago cargo de que son términos de poco uso o en desuso, porque he aquí la otra pregunta: ¿qué fue del Osztrák-Magyar Birodalom?
Se acabó, pero continuó de otra forma, es el quid de todo movimiento social y humano, donde las cosas no terminan, evolucionan.
Ahora traduzco, por si alguien no sabe idiomas: Imperio Austrohúngaro.
Los cuicos, aunque usted no lo crea, en sus momentos de esplendor, fueron un pueblo de imaginación florida, en realidad demasiada, porque extendieron los colores de su piel y la textura de su pensamiento, a pueblos distantes y casi en las antípodas, que sin embargo sentían hermanos, por esos instintos misteriosos de autoayuda, burbuja inconsciente y aislamiento protector.
Contigo en la distancia. Mejor lejos que cerca. No me pisen el césped.
Recuerden la primera reacción del hombre primitivo, cuando desde el fondo de su caverna escuchó el tronar del cielo, se asustó y al comienzo de la cueva, pegadito a la pared, garabateó el jeroglifo respectivo: “No entrar”, “Propiedad privada” o “Cuidado con el velocirraptor”.
El cuico buscó sus raíces en la lejanía y eran escasamente amerindios, y si lo eran, miraron a la América del Norte y se limitaron a los seminola y chikasaw, con los que creían tener algún contacto; en cambio, abominaban de comanches, navajos, y no digamos de los apaches en su vertiente chiricahua.
Entendían sus orígenes en Europa, antes que fuera Europa, las raíces soñadas y queridas: sajones y germánicos, galos y celtíberos.
¿Monoteístas? Más que no sé qué.
¿Valores? Los tradicionales, pero cuando las cosas pasan, pasan; y hay que asumirlas. Tampoco seamos graníticos.
¿Pesados? Depende, según la variante, intentemos un rastreo, sin ánimo exhaustivo.
El subconjunto cuico agrícola es muy cerrado, pero después del primer pisco sour, generoso y entretenido.
La variante cuica momia, por asunto generacional, está en el umbral de alguna vitrina del Museo Precolombino.
El cuico urbano con posgrado es distante y desconfiado, pero si se traspasan esas barreras, uno termina escuchando sus penas, no las económicas, más bien las sentimentales.
El cuico variante intelectual es aburrido, porque parte pelando a su pueblo. La cuica de izquierda es un ave tropical rara de ver, pero favorecida por el cambio climático.
Y el cuico en situación de calle es un sobreviviente simplemente encantador.
¿Qué más les puedo decir?
Los echaré de menos.