Desgraciadamente no hay un solo país desarrollado en América Latina. Se han probado muchas fórmulas ideológicas de gobierno, desde dictaduras de todos los colores hasta democracias, pero siguen la pobreza, la corrupción y crece el narcotráfico. En momentos en que Chile, como tantos países de la región, vuelve a intentar refundar sus instituciones, tengamos presente que el orden institucional estable es el sustrato imprescindible para la paz y el desarrollo. Ningún pueblo ha prosperado con desorden institucional y sin acuerdos políticos.
¿Qué nos pasa en la región, y en particular en Chile?
Las respuestas son múltiples, pero hay un factor que no se puede soslayar: como se analiza en el libro “Por qué fracasan los países”, de Acemoglu y Robinson, los Estados que logran dotarse de instituciones estables son los que prosperan. La gran diferencia entre prosperidad y pobreza es el tipo de instituciones que desarrolla una sociedad. Se destaca el ejemplo de Corea: un mismo pueblo, con idéntica etnia e historia, solo por dotarse de diferentes instituciones, ha conducido a que la Corea comunista del Norte sea muy pobre y la del Sur muy próspera, en un lapso de pocas décadas. Así de claves son las instituciones y su incidencia en el desarrollo de los pueblos.
Cuando se inicia la Asamblea Constitucional en Chile, es bueno reflexionar que los países no son pobres o ricos ni cohesionados o tensionados por sus recursos naturales o posición geográfica, sino por los acuerdos de sus gentes y el tipo de instituciones que establecen. Debemos comprender que las instituciones no son un fin en sí mismo, como parecen pensar algunos parlamentarios que reciben altos sueldos y se entronizan, sin ayudar a generar reales acciones para mejorar la vida de millones de chilenos. Las instituciones son un medio, no un fin, para impulsar acciones políticas y económicas en beneficio de todos. Si esto no se comprende, seguiremos sustituyendo instituciones sin sentido, como ha ocurrido durante toda la historia de nuestra región latinoamericana.
Se suele argumentar que España y Portugal nos legaron un modelo extractivo y una élite muy alejada del resto de la población. Eso no basta como explicación 200 años después. Los países que han logrado avanzar son los que se preocuparon por el desarrollo del conocimiento y el capital intelectual, los centros de investigación, una educación pública de calidad y buenas universidades. Es decir, el énfasis se puso en el factor humano. Así avanzaron Estados Unidos y Canadá, Australia, y últimamente lo han hecho los países del Asia Pacífico, que hace varias décadas tenían un PIB menor al de Chile. Arriesgamos repetir el ciclo refundacional, constante de nuestra región, si el respeto y la seriedad no se imponen en la Convención Constitucional.