Cristóbal Gaete (1983) es periodista y autor de varios relatos:
Valpore (2009);
Paltarrealismo (2014);
Motel Ciudad Negra (2014) y
Crítico (2016). Por Motel Ciudad Negra recibió el Premio Municipal de Literatura de Santiago; además, cuenta con lo que sus editores llaman “ediciones subterráneas” entre Chile, Argentina y Bolivia; ha sido antologado en México en la revista Punto de Partida, es redactor del suplemento literario La Palabra Quebrada y se desempeña en numerosas prácticas de la literatura relacionadas con el territorio.
Apuntes al margen reúne sus tres primeras novelas, ya mencionadas y dos títulos inéditos, Hotel Prat y Barrio, en los que nuevamente, de acuerdo con la presentación del volumen, Gaete expone la fuerza de uno de los propósitos más crueles, desinhibidos, virulentos, libertarios del presente. En términos generales, la ciudad por la que deambula Cristóbal Gaete, quien comienza definiéndose como escritor, no conforma el típico retrato idealizado de Valparaíso, pues otro entorno, secreto, amenazador, desconocido, se exhibe ante una mirada de amor y odio, de confusión y rechazo, donde circula por barrios, cerros, calles que conoce de memoria y nos los revela mediante las ferias, las librerías, los bares, los tugurios y sitios que jamás sospechábamos que existían.
En forma genérica, los personajes de las cinco historias reunidas en
Apuntes al margen subsisten al borde mismo de lo que significa vivir; poseen la rudeza de la realidad en que están inmersos; se hallan perdidos en la miseria porteña; conviven en un medio donde absolutamente todo se transa; habitan casas, pensiones, chozas en ruinas o bien se las arreglan como pueden en un antaño famoso y elegantísimo lugar: el Hotel Prat.
Apuntes al margen comienza de manera que podríamos llamar casi normal, casi delicada, muy introspectiva, mientras Cristóbal medita sobre su oficio, sobre el arte de escribir, sobre autores que han inmortalizado a nuestro puerto principal —Joaquín Edwards Bello, Sara Vial, Manuel Rojas, entre otros—, sobre lo que otrora fue una ciudad magnífica, quizá idealizada y hoy es un derrumbe, un despeñadero, una serie de desechos urbanos en los que apenas se puede respirar. Las cinco partes que componen
Apuntes al margen se encuentran vinculadas según el arbitrio prosístico de Gaete, que cambia constantemente de punto de vista, de personajes que narran, de paraje en paraje, de antro en antro, cada vez más siniestro; en fin,
Apuntes al margen conforma una mutación constante de tantas mutaciones que, en honor a la verdad, a ratos es una trama ardua de seguir. Por cierto, Gaete escribe bien, es imaginativo, muestra repetidos hallazgos, se nota que lleva años preparando sus obras, en suma, se diría que sabe lo que quiere.
Sin embargo,
Apuntes al margen presenta problemas, el menor de los cuales no es la designación genérica de nombres: los muchachos de la cuadra, el Pulpo, el Gordo, la madre, junto a otros reconocibles, como el propio Cristóbal, Bruno, Ruth, Marcia, Phillip e incontables seres que entran y salen de la trama sin solución de continuidad. Cuando más arriba dijimos “personajes”, igualmente lo planteamos en forma muy vaga, pues esta obra carece completamente de lo que así podría llamarse y cuantos participan en ella lo hacen de modo accidental, sin que el lector, en la mayoría de las ocasiones, tenga la más mínima idea de quién se está hablando.
Un escollo aún peor de
Apuntes al margen es la propensión o gusto de Gaete por la decadencia y es preciso expresar que pocos ejemplares recientes en nuestra narrativa despliegan tal nivel de sordidez. En su inicio,
Apuntes al margen semeja una meditación artística intelectual, sobria, en torno a la biografía de Cristóbal. No obstante, gradualmente desciende a lo que él mismo denomina, con reiteración, pesadilla, infierno, apocalipsis: el sexo como mercancía, aburrido, mecánico, estéril; la droga de pésima calidad; la asquerosidad inimaginable, sobre todo en el relato Valpore, en el que falta poco para el canibalismo y todo, todo es porquería, basura, mugre, suciedad; la caída sin remisión en lo repugnante por lo que, para el narrador y sus compinches, parece atraerles aquello derivado del sudor, los fluidos corporales, la sangre, la saliva, las mucosidades, los puchos botados en la calle. En definitiva,
Apuntes al margen resulta una creación interesante, perturbadora, atractiva pese a los reparos mencionados y tal vez la mejor definición de ella sea el vacío insondable de las calles.