China busca asegurar su condición de superpotencia y la conmemoración de los 100 años del régimen brinda la oportunidad para analizar una de sus principales estrategias: la modernización de su sistema educacional. ¿Demanda social? Más bien la decisión del Comité Central del Partido Comunista de ese país.
Con más de 530 mil establecimientos, 282 millones de estudiantes y 17 millones de profesores, el tamaño del sistema educacional chino impresiona. Y si bien la pandemia obligó el cierre de colegios, la modernización no se detuvo. Una vez asegurada la instrucción online de historia (pilar del adoctrinamiento en la escuela) y mejorados los algoritmos para censurar lo que el Estado define como contenidos inapropiados, la educación online ha emergido como un pilar de futuro.
A esto se suma la apuesta por la educación vocacional. Para el régimen, la idea tiene dos virtudes. Primero, se cuadra con la tesis de que trabajadores con dichas calificaciones (más que un título universitario) son esenciales para el desarrollo industrial. Segundo, la ampliación de la oferta en el sector permitiría capacitar a más de 10.000 profesores para impartir, adivine, los cursos del nuevo currículum vocacional: teoría de la ideología y teoría política. Maravillosa coincidencia. Reconozcamos la astucia. El partido sabe cómo matar dos pájaros de un tiro.
Y dado que la selección es un pilar del sistema educacional chino, lo anterior requerirá cambios en los estrictos sistemas de admisión. Al entrar a la media, los estudiantes rinden el zhongkao (un Simce, pero de verdad). Luego, con resultado en mano, el Estado determina el futuro del estudiante: cerca de la mitad superior accede a los liceos tradicionales, la inferior a los vocacionales. Algo similar ocurre en la educación superior, en donde la temida gaokao es la prueba de admisión. Así, se anticipa que la decisión de ampliar la educación vocacional aumente la presión sobre los jóvenes que sueñan con entrar a la universidad.
El estrés, claro, ya existe. Las familias se esfuerzan para lidiar con el sistema de igualdad de oportunidades impuesto por el partido (le recomiendo la serie “A love for dilemma”). Por de pronto, se estima que 3 de cada 4 estudiantes entre kínder y 4to medio tienen clases extracurriculares. Y la inversión de millones de padres por asegurar un buen puntaje en el zhongkao ha potenciado una costosa educación privada. De hecho, se cree que esto explica la baja respuesta en fertilidad ante la decisión del Estado de permitir un tercer hijo. Es que en un país “comunista” en donde un tercio de los establecimientos son privados, el costo de educar a un niño adicional suma.
¿Será exitosa la apuesta china? No la tiene fácil el partido. El sector público seguirá sin dar abasto y la educación privada de calidad continuará aumentando. Al mismo tiempo, el esfuerzo de jóvenes y sus familias no solo impulsará aspiraciones salariales sino también de libertades. Quizás entonces lo que Fukuyama llamó “el fin de la historia” se esté forjando en la sala de clases, bajo las narices del mismo régimen. Y es que no importa el color de este gato, pues sabemos que caza ratones.