Los seleccionados de Chile, los menos, se pueden perder y hundir en las redes sociales, en los live en instagram o en los twitter, y en los socios inútiles que les responden y animan, cuando la hora es la justa, eso sí, que es la del triunfo.
En esos momentos sus cuentas se inundan de mensajes pletóricos de aplausos y vítores, y es irresistible continuar el show, dirigir el espectáculo y protagonizar un número tras otro.
En la buena hora todo es gracia, se pide un bis, otro y más videos, los que quieran.
Hasta el director deportivo nacional, el español Francis Cagigao, se subió a una silla, para cantar a dúo con Ben Brereton.
La autoridad les brinda aliento y complicidad, y lo que es una tradición interna y grupal, ahora es un vagón del tren programático, ese canal informal y amateur que graba programas en los salones y habitaciones del hotel de concentración, ocurre dentro durante el tiempo libre, dentro de sus dominios y por la libertad de expresión.
Otro número.
Dos hombres de 35 años y más, Claudio Bravo y Arturo Vidal, se reconcilian con un abrazo que se filma y divulga, como si fuera algo que importa. Tanto así, que el entrenador Martín Lasarte lo califica como “el mejor gol que hemos hecho hasta ahora”. Mejor habrían sido dos con Paraguay, que fue la hora de la verdad, y no las horas perdidas en la metáfora.
La riqueza y lo complejo de la condición humana, en cualquier equipo, es que jugadores de ideas opuestas y galaxias lejanas, que hasta no se tragan, son capaces de dominar y doblegar esos sentimientos por un bien superior, profesional y moral, que los necesita y obliga: la selección de un país. Ese mérito y marca señera de adultez, no precisa pruebas de niño, ni abrazos de ocasión.
El rotativo repercute, circula y se repite.
¿Cuáles son los mensajes y qué se filma, canta y sube en la hora de la victoria?
Una bandas parece que de cumbia o algo similar, se organizan dentro de una pieza, con jugadores saltando sobre la cama o improvisando instrumentos con tarros de basura.
Jugadores reptando por el suelo, bailando y retorciéndose en son de broma. Es la hora del recreo y el asueto, es cuando los niños escuchan la campana y parten corriendo y alborotados, son los adolescentes que se dan de patadas y combos de felicidad, porque hoy es viernes por la tarde, por fin.
Hay varios extras que no está demás mencionar.
Todo chiste, desde luego los groseros, se celebran.
Todo ejemplo, incluso los vulgares, se festejan.
Hasta las imágenes deplorables se convierten en hechos relevantes.
A esos jugadores alguien tendrá que decirles que el circo, el disfraz de payaso y el espectáculo en las redes sociales, nunca les dará lo que tanto quieren: gratitud en el triunfo, cariño en la derrota y respeto siempre.
Van a lograr otra cosa: ceguera en la victoria, desprecio en la derrota y burla siempre.