Es un hecho innegable que la mayor ganancia que ha tenido para Chile esta Copa América es que, por momentos, ha logrado volver a su estado más natural. En suma, la Roja —ahora conducida por Martín Lasarte—, si bien no ha alcanzado aún las altas cotas logradas en las mejores épocas de la “generación dorada” (algo que seguramente será difícil de conseguir en el mediano plazo), sí ha vuelto a sus orígenes, a lo tradicional, a lo más natural. Ironizando un poco, este equipo pasó por el barbero a pedir que le dejaran el corte regular corto y no tipo mohicano, punk u otro igual de estrafalario y “moderno”.
Y es que, a pesar de que los años han pasado y que el choclo se ha ido desgranando lenta pero inexorablemente, Lasarte ha transitado el camino más lógico desde que asumió en la Roja: mantener el ideario básico entregándoles el protagonismo a los intérpretes más veteranos.
Ciertamente, con ello el DT ha logrado no solo darles privilegio y confort a las figuras señeras, sino que también, en torno a ellos, avanzar un poco y construir un espacio para ejecutar los cambios y transformaciones que requiere el seleccionado.
La Roja actual en verdad es, en cierto sentido, una especie de mascarada. Ello, porque si bien mantiene en alto sus conceptos más arraigados, también ha ido sumando poco a poco elementos o matices que la hacen un tanto distinta —o evolucionada— a lo que hemos visto en la última década.
No se trata solo de nombres, ni solo de propuestas tácticas, ni solo de composiciones estratégicas. Se trata de todo en conjunto. Porque si bien pareciera que Chile intenta seguir aferrado a sus tradiciones, Lasarte ha encontrado la manera de seguir ese camino, pero agregándole elementos nuevos.
La defensa de línea de tres, que debutó ante Bolivia en las eliminatorias y que ante Uruguay en la Copa América tuvo su segunda exposición pública, es un ejemplo de ello. Porque si bien la salida por bajo y por el medio tan logrado en la época de Sampaoli se sigue repitiendo (Medel es el protagonista), es un hecho que hoy el pase rápido a los costados que Sierralta y Maripán realizan para que Isla y Mena inicien la fase ataque es también una alternativa de desahogo.
No solo eso. Tal como quedó más que expuesto ante Uruguay, Lasarte ha dejado de lado la obsesiva idea de buscar un “9” tradicional inexistente para establecer una dupla ofensiva (Vargas-Brereton) o sumar a un atacante que pueda moverse indistintamente por todo el frente de la zona anterior al área rival (Meneses), o apostar por un artillero que sepa aguantar y buscar la devolución (Arriagada).
Sí, claro, no es posible aún determinar si todo este trabajo logrará cristalizarse y convertirse en resultados positivos.
Pero al menos hay una señal. Crear, transformar, retocar sobre lo ya conocido parece ser el camino a seguir.
No es necesario revolucionar.