Esta es una película muy curiosa, que parece andar con el aire de los tiempos, al menos por el entusiasmo crítico que suscitó en los festivales jóvenes de Canadá y Estados Unidos. Su directora es la veinteañera Emma Seligman, judío-canadiense, egresada en 2017, que decidió expandir un corto académico del mismo nombre para debutar en el largometraje.

La protagonista es Danielle (Rachel Sennott), que no estudia ni trabaja y, según se informa en los primeros minutos, ejerce como sugar baby: una joven que mantiene una relación sexual con un hombre mayor que la financia. Una forma de prostitución legitimada, con un criterio muy liberal, por el hecho de que se ha convertido en una práctica común entre las estudiantes universitarias. El sugar daddy de Danielle es Max (Danny Deferrari), que le paga y le hace regalos caros.

La mayor parte del relato transcurre durante la celebración de una shiva, un extenso rito funerario judío donde la comunidad de familiares y amigos se reúne para despedir a un ser querido.

Danielle asiste con sus padres, desde luego más conservadores que ella, aunque su madre, Debbie (Polly Draper), piensa que solo es lesbiana, dada su relación anterior con su prima Maya (Molly Gordon), que también asiste a la conmemoración. Todos encuentran hilarantes dificultades para definir cuáles son los presuntos estudios y qué es exactamente lo que hace Danielle, que además cambia sus explicaciones a gusto de sus interlocutores.

El problema crece cuando aparece en la shiva el propio sugar daddy Max, con su esposa y su hija de 18 meses. Las complicaciones de Danielle se vuelven asfixiantes, igual que las de Max, y ellas guían el conjunto del relato.

Por supuesto que Shiva baby tiene más humor que drama, aunque es un humor duro, a ratos cruel, a costa de los retazos de dignidad (o hipocresía) que les quedan a los protagonistas. Seligman centra su atención en Danielle y en la embarazosa situación en que envuelve a todos. El ritmo voluntarioso procede de un guion estructurado como un tren de incidentes; pero el montaje fragmentado, hipertrozado, acompaña mal la fluidez y la construcción de los personajes.

El triunfo de Shiva baby parece estar en la naturalización de un comercio sexual que convive con la bisexualidad, sin que importe mucho lo que tenga de patriarcal o capitalista. No se hace problemas con estas eventuales contradicciones: lo que celebra, según parece, son las complicaciones, apenas culposas, de la libertad del cuerpo.

El aire de los tiempos. O la ventolera.

Dirección: Emma Seligman.
Con: Rachel Sennott, Danny Deferrari, Fred Melamed, Polly Draper, Molly Gordon, Glynis Bell, Rita Gardner, Cilda Shaur, Jackie Hoffman. 77 minutos.
En MUBI