Si efectivamente la asistencia a la Copa América disputada en condiciones tan dramáticas fue voluntaria para nuestros seleccionados, se puede sacar una conclusión simple y rotunda: tienen muchas ganas de jugar. Las deben tener para desafiar las precarias circunstancias que rodean este evento.
Martín Lasarte no tuvo dudas tampoco, porque decidió llevar al contingente histórico sin vacilaciones, y con la intención clara no solo de ganar el torneo —como ya ocurrió—, sino que además de amalgamarse para un camino que asoma complicado y casi imposible a estas alturas: clasificar a Qatar 2022.
Las opciones de nuestra selección han quedado seriamente comprometidas en las clasificatorias. Perder cinco de seis puntos frente a Venezuela y Bolivia es ceder unidades que tradicionalmente han estado en nuestra bolsa, y contra eso solo resta llorar, más aún porque se ve difícil modificar la principal falencia de esta escuadra de aquí a marzo próximo, como es concretar las situaciones de gol.
Esta Copa América debería servir para eso, y quizás fue un beneficio la lesión de Alexis Sánchez, para que emerja lo que ahora parece muy complicado: un delantero prendido que se consolide como goleador. Puede ser una nueva chance para Eduardo Vargas, pero hay alternativas que requieren de un ajuste de parte de Martín Lasarte para obtener lo mejor de su rendimiento, como Carlos Palacios, por ejemplo.
Obtener ese premio ya habría justificado el entusiasmo para reunir a la generación histórica con las nuevas figuras, y no sería malo que desde nuestra federación se reimpulsaran los campeonatos juveniles a nivel continental, que no han gozado del mismo afán por parte de la Conmebol, que ha interrumpido los certámenes sub 20 y sub 17, con el obvio resultado de una generación que no tuvo medida internacional, y que debió saltar sin etapas intermedias a la mayor.
Frente a Argentina hoy, sin las angustias del proceso clasificatorio, debería ratificarse el crecimiento futbolístico de un equipo que encontró las fórmulas para su mejor desempeño, que tiene gran cantidad de variantes defensivas, pero que naufraga en el área rival, y que en este desafío debería apostar por esa tarea como afán prioritario. Por ende, cada gol de Chile habría que valorarlo en lo que pesa: una esperanza para un panorama muy sombrío.