Aunque parezca increíble, el consumo vuela en tiempos de pandemia. Para hacer comparaciones razonables, el contraste de los primeros meses de este año con igual período de 2019 permite sacar de la mesa lo peor de la pandemia. Mientras la actividad económica es prácticamente la misma que hace dos años, el consumo de bienes durables es un 28% mayor, y el de autos nuevos, un 10% superior a 2019. Las cadenas comerciales están teniendo ventas y resultados históricos y, posiblemente más anecdótico, el reciente Cyber Monday superó todos los récords. No sorprende que el Banco Central anticipe un crecimiento del consumo privado de 15% este año.
Los retiros de fondos de pensiones y transferencias fiscales gigantescas están llenando los bolsillos de recursos, y los más de 60 mil millones de dólares extras disponibles para las familias —que superan con creces la caída en el ingreso laboral— dan para mucho. Debe haber algo psicológico también. La (necesaria pero errática) normalización de la vida social impulsa a las personas a dejar atrás el infierno del encierro, y el consumo parece ser una válvula de escape. Pero esto no sería posible sin cuantiosos recursos.
Naturalmente, la amenaza de la inflación ha empezado a aparecer y, sin ser preocupante, requiere ajustar algunas perillas. Todo indica que las políticas fiscales y monetarias, en su máxima potencia, no pueden seguir conviviendo. Como el gasto fiscal está en las nubes —en dos años, habrá crecido más de 40% nominal, y nada hace pensar que esta dinámica pueda terminar—, el Banco Central deberá normalizar su política monetaria más rápido de lo anticipado.
¿Cómo sigue esto? De no mediar un cambio, la salida de la crisis se dará con una configuración de políticas macroeconómicas inadecuada: mucho gasto fiscal, impuestos al alza, mayores tasas de interés y tipo de cambio relativamente fuerte. La alternativa, con una consolidación fiscal exigente, permite tasas de interés más bajas y un peso más debilitado, lo que favorece un ambiente saludable para la inversión, el empleo formal y el sector exportador menos ligado a recursos naturales.
El mango del sartén lo tiene la política fiscal, y el próximo hito relevante será la discusión presupuestaria en septiembre próximo. Si no se dan muestras efectivas de que la consolidación fiscal va en serio, esta tensión seguirá profundizándose. La recuperación de los malls y las tiendas por departamento —que miran con incredulidad cómo se vacían sus bodegas y anaqueles— continuará por un tiempo, pero la verdadera recuperación —esa que da empleo de calidad— se retrasará. Para que esta sea sostenida y equilibrada, se necesitan otras señales de precios.