Es obvio que la evaluación del inicio del trabajo de Martín Lasarte en la selección nacional estará marcada por los resultados que obtenga en la doble fecha eliminatoria que está en curso y que culminará con el duelo ante Bolivia en San Carlos.
El resultado ante los altiplánicos se sumará al empate conseguido ante Argentina y por cierto que la suma de los puntos establecerá la siempre delgada línea entre el éxito y el fracaso de la gestión técnica. Uno, dos o cuatro puntos son las opciones que determinarán en qué lado de la frontera quedará Lasarte.
No obstante, es posible hacer una primera reflexión general: Lasarte está apostando a la fortificación más que a la revolución conceptual amparada en la actual realidad de los seleccionados
Hay pistas evidentes.
Lasarte dio a entender, con la confirmación de la dupla Gary Medel - Guillermo Maripán, que no se siente amarrado a las convicciones de su antecesor sobre el biotipo como factor esencial.
Es cierto que Medel hace años que ha dado muestras de que su contextura física no es impedimento alguno para elevarse a la categoría de estrella, pero también es un hecho que, a diferencia de lo que pasaba hace un par de años, hoy había alternativas para pelearle el puesto, máxime si Medel no ha tenido una buena temporada en Bologna debido a las lesiones. Lasarte, sin embargo, lo respaldó (y vaya que fue un acierto ante Argentina).
Que Maripán haya sido su compañero también revela la visión pragmática de Lasarte. El defensor de Mónaco, a pesar de su lentitud e incluso cierta ingenuidad en la marca (situaciones claramente expuestas en el penal que comete sobre Lautaro Martínez) tiene una cualidad: tanto en Francia como acá demuestra ser un tipo llano a la corrección de parte de sus compañeros porque sabe perfectamente cuáles son sus fortalezas, pero también sus debilidades. Busca crecer e intenta no salirse del libreto.
La buena presentación de Eugenio Mena, en tanto, también es un dato del esquema de decisión de Lasarte.
Mena está pasando hoy un gran momento en Racing porque ha tendido a graduar sus intervenciones ofensivas. En la época de Sampaoli era un agente permanente de subida y regreso, pero hoy, con menos capacidad física pero con más inteligencia táctica, es capaz de elegir los momentos indicados para defender casi exclusivamente, como lo hizo el primer tiempo ante Argentina, o subir en forma más habitual, como lo hizo en la segunda parte.
Finalmente, Lasarte dio otra muestra evidente de que él opta ante todo por la medida actual por sobre los ideales y visiones históricas al darle a Alexis Sánchez la función y el lugar donde hoy se siente más cómodo. Pese a que es sin duda un fuerte golpe emocional para los nostálgicos, Sánchez ya no es el puntero rápido y encarador que fue en los primeros años de su carrera. Tampoco es —ni de broma— un “9” de área como imaginan algunos en sus sueños. Menos un “enganche”.
No. Alexis Sánchez es un mediapunta. A lo más, un segunda punta. Su espacio de acción es detrás del volante central rival para, desde ahí, moverse a su amaño para conectarse, desplegarse, apoyar y, como quedó establecido ante Argentina, aparecer para definir.
Lasarte sabe eso porque ve con los ojos de la realidad actual. No con caricaturas ni nostalgias. Punto a favor.