Uno de los aspectos más frustrantes de la última entrega del Oscar fue admitir, desde mucho antes que los premios fueran entregados siquiera, que el impacto sobre su potencial audiencia sería mínimo. En lo inmediato, poca, poquísima gente tendría fácil acceso a las películas ganadoras y el motivo era muy simple: aparte de Netflix y Amazon, el resto de los estudios involucrados no poseía estrategias de difusión para sus candidatos que les permitieran pasar por encima de los tiempos del streaming.
Entre las principales perjudicadas figura nada menos que “Nomadland”, ganadora como Mejor Película y que por el momento figura “desaparecida en acción” debido a que su productora, Searchlight Pictures —originalmente propiedad de 20th Century Fox—, hoy pertenece a Disney. Pero, ¿no se supone que Disney tiene su propio sistema de streaming? ¿Por qué no la promueve ahí? No es tan sencillo: el filme de Chloé Zhao tiene temática adulta y Disney Plus es una app con contenidos “para todo espectador”. No cabe en la plataforma. La alternativa sería que la empresa la pusiera en Star, el canal de Disney Plus con material “para mayores”, pero esa etiqueta solo existe en Europa y Estados Unidos; el resto del mundo solo podrá acceder a ella en fecha próxima no confirmada y pagando una cuota extra. Para quienes la buscan en Amazon la solución no es mejor: figura en el sitio puntocom, pero no está en nuestra versión de Amazon Prime. ¿Por qué no comprarse en Blu-ray, entonces? Tal vez sea la mejor alternativa, pero Disney editó una cantidad muy reducida y se están agotando a paso veloz.
La conclusión es inquietante: pese a todo el éxito obtenido, “Nomadland” se ha convertido en una prisionera del actual estado de cosas. Los cines no pueden abrir para exhibirla y, en cuanto producto comercial, tampoco se acomoda a la política de un estudio más preocupado de marketear lo mejor posible “Cruella” y las próximas películas de Marvel que de lucrar con la ganadora del premio de la Academia. Mientras el público interesado no tenga acceso oficial a ella, inevitablemente acabará buscando otro camino para colmar su curiosidad. Me imagino que ya saben de qué estoy hablando.
La piratería.
El tema es delicado, y —seamos sinceros— los críticos rara vez nos hacemos cargo del asunto, pero en la medida que la pandemia ha acelerado exponencialmente la digitalización de los productos audiovisuales, la fiesta pirata solo parece haber aumentado de tamaño y frenesí, y por ahora nadie parece muy preocupado de detenerla o de tirar la primera piedra; más bien al revés: unas pocas horas después de que el especial “Friends: The Reunion” subió a HBOMax (el 27 de mayo), ya estaba circulando en diversos sitios de Torrent con una secuencia de subtítulos en español perfectamente sincronizada; mientras, la web se desbordaba de comentarios sobre el programa, en circunstancias que recién podremos verlo legalmente a fines de mes, cuando HBOMax debute por estos lados.
¿Qué es preferible? ¿Que Warner condene y ataje la difusión “underground” de sus contenidos o que se hagan los lesos y le saquen máximo partido al gigantesco tráfico generado en redes por el regreso de Rachel, Ross y sus amiguitos, sin importar de dónde vengan los comentarios? Nadie parece tener una respuesta exacta; o, mejor dicho, nadie parece querer darla.
El año pasado, muchos de los críticos que comentaron “J'accuse” (2019) —la magistral película de Polanski sobre el caso Dreyfus— lo hicieron después de bajar o compartir un archivo digital, en parte por las limitaciones generadas por la pandemia y en parte porque desde que el mundo anglo canceló al cineasta polaco debido a su caso de abuso sexual en los años 70, la circulación mundial de sus películas ha quedado muy dañada. ¿Qué pesaba más? ¿Comentar uno de los grandes filmes de estos días, saltarse los canales de distribución o redoblar la ley del silencio contra el ofensor?
Si los problemas de “J'accuse” o “Nomadland” para llegar a sus espectadores han demostrado ser más grandes de lo que se calculó en un principio, mejor ni pensar en el destino de esos clásicos del cine pre años 80, esos que las apps de streaming rara vez incluyen en sus parrillas. A menos que uno sea suscriptor de Mubi, Qubit o del Criterion Channel, las posibilidades futuras de toparse con esas películas en la televisión son más bajas que nunca. Quienes se las descargan para guardarlas en sus carpetas digitales o quienes atesoran sus colecciones de DVDs descatalogados lo tienen muy claro. La historia del cine es más frágil de lo que todos creíamos. En cuanto a mí, figuro cuidando mis discos duros y mi reproductor de Blu-ray. Como hueso santo.