Cuando se inician las eliminatorias a la Copa del Mundo, rescatar puntos en Argentina no está en los planes de nadie en el fútbol sudamericano. Por eso, el 1-1 de Chile en Santiago del Estero encierra un enorme valor para el proceso que inauguró Martín Lasarte en la banca de la Roja. Sirve para el ánimo y no alejarse de los puestos de avanzada de esta carrera de medio fondo y no de fondo, como suele decirse. Porque 18 partidos son apenas una rueda de un torneo normal.
Lo sabemos por las experiencias de los mundiales de 2002 y 2006. Nos rezagamos y cuando quisimos volver era tarde. A partir de esta mirada, las palabras de Lasarte cobran vigencia: no se saca nada con salvar un punto ante el seleccionado que lidera Lionel Messi si el martes no se abrocha la victoria ante Bolivia.
Chile ofreció el mismo pragmatismo y seriedad que en Montevideo, cuando perdió en el epílogo con Uruguay, pero tuvo la fortuna que le faltó en el Centenario. Otra vez con arbitrajes localistas y pusilánimes, la Roja fue competitiva. La columna histórica reiteró su trascendencia. Claudio Bravo tuvo una noche brillante, reflejada en la foto que recorrió el mundo en el tiro libre que sacó a Messi. Gary Medel fue el líder que la zaga requería y mostró que siempre tiene algo extra para dar, aunque en la temporada actuara poco en el Bologna por las lesiones. “Machete” lo mantuvo como zaguero derecho, a pesar de que su presencia en la mitad del campo era una alternativa.
“Los viejos rockeros nunca mueren”, dijo el oriental en 2012, cuando dirigía a Universidad Católica. En el Estadio Único Madre de Ciudades la sentencia se cumplió. Mauricio Isla reiteró su regularidad en la derecha y entendió que la jornada no estaba para descuelgues. Eugenio Mena retornó a la Roja, ratificó su momento en Racing y fue uno de los puntos altos de una actuación reconfortante. Charles Aránguiz es un pulmón porque desahoga y equilibra. Una vez más fue clave en la mitad, mientras Alexis Sánchez estira su leyenda. Como habla poco y no es amigo de las entrevistas, pareciera que no existe dimensión de su categoría. Por sus números y rendimiento, está en el podio de los tres mejores de nuestra historia.
La selección chilena, con sus viejos estandartes sin querer subirse al andén del adiós, dispuestos a despedirse a lo grande, requiere un impulso en ofensiva. La defensa es consistente, dispone de alternativas e incluso una baja sensible como la de Paulo Díaz, titular en River Plate, se soslaya con zagueros eficaces en torneos de alta exigencia. Las dificultades se mantienen arriba. Eduardo Vargas juega más atrás hace rato, pero en la selección da una mano.
Urge que Carlos Palacios se consolide y quizás el pleito ante Bolivia sea la posibilidad para dar ese salto que todo jugador necesita. Sería bueno ver en acción a Ben Brereton, a quien un profundo conocedor del fútbol inglés lo definió como un delantero centro con características poco habituales para nuestro medio y argumentos para pelear una camiseta. Todo esto mientras esperamos el afianzamiento de los cruzados Clemente Montes y Gonzalo Tapia en un ataque que hace un lustro clama por un “pepero”.