Ha partido a la vida eterna Jovino Novoa. Él y Jaime Guzmán son los artífices de un proyecto político que, con ideas frecuentemente contraintuitivas en América Latina y en Chile, lograron transformar el partido que fundaron en uno de los dos más importantes del país, desde la normalización institucional en 1989 hasta hoy. Ese solo hecho merecería destacar su figura como un constructor de la sociedad, como un líder político y como un referente de las ideas del progreso combinado con libertad. Sin embargo, Jovino Novoa fue mucho más que aquello.
Dotado de un carácter fuerte y carismático, generaba entre sus alumnos de la universidad una gran adhesión y simpatía. Muchos de ellos lo siguieron en la formación del Movimiento Gremial de la Universidad Católica, primero, y luego en la fundación de la UDI, partido al que le entregó sus mejores y mayores esfuerzos, y que lideró en momentos especialmente complejos de la vida nacional.
Su aporte a la exitosa transición que vivió nuestro país fue tan valioso como discreto, nunca buscó el protagonismo, pero tampoco eludió jamás una responsabilidad. Cuando llegó al Senado, ese rol fue más visible, pero los que tuvimos el privilegio de recibir su consejo, de compartir con él muchas decisiones y de conocer todo lo que hizo, sabemos que fue un servidor público excepcional.
Su fortaleza en la defensa de sus ideas y principios solía ser atemperada por una humanidad a toda prueba y un fino sentido del humor. Estas cualidades le permitieron ser elegido senador por la circunscripción Santiago Poniente en 1998, siendo reelecto gracias a la adhesión popular que generaba su figura en esa importante zona popular de la capital del país.
Tanto como dirigente político como cuando fue elegido presidente del Senado, destacó como un hombre de Estado. Siempre afirmó que no existía incompatibilidad alguna entre la solidez de las convicciones y la capacidad para alcanzar acuerdos que beneficiaran al país. Su liderazgo estuvo presente en decisiones tan relevantes como la elección de Gabriel Valdés como presidente del Senado; la decisión de salvar a la Democracia Cristiana cuando, por errores propios, quedó fuera de la competencia electoral, o contribuir a afianzar el gobierno del presidente Ricardo Lagos en momentos en que este vivía una crisis. Decisiones de Estado, republicanas y de profundo espíritu constructivo, en un estilo que hoy escasea, al preferir muchos sectores la confrontación y la exacerbación de los conflictos. Como suele suceder a los seres humanos de su talla padeció la maledicencia; frente a ella fue, como siempre, íntegro, sereno y profundamente humano, no guardó nunca el menor de los rencores, es que su grandeza se percibía tanto en sus palabras como en sus silencios.
Muchos de quienes fuimos sus amigos y que compartimos su vocación de servicio público lo percibimos como un roble, a cuya sombra se aprendía, con cuyo talento se sorteaban crisis y dolores, con cuya fortaleza se encontraban siempre los mejores caminos. Cuando Jaime Guzmán fue asesinado, nos reunimos esa noche en su casa, en medio del impacto y de la aflicción. Sereno, Jovino nos dijo, con profunda emoción: “Nuestro mejor homenaje es seguir su camino. Que su muerte genere la fuerza para seguir adelante”.
Hoy, lo despedimos en un contexto complejo. La tarea es ardua pero insoslayable. Debemos construir una opción que permita que Chile siga buscando el camino de la libertad y de la justicia, del trabajo con la equidad social, de las oportunidades con el orden y la paz.
Jovino nos deja, pero permanecerá en el espíritu de quienes lo quisimos y valoramos. Su recuerdo permanecerá en nuestros corazones, su testimonio de consistencia será siempre la mejor guía y haber compartido su fortaleza, el mayor legado que puede dejarnos a sus amigos. Angelita y sus ocho hijos son la huella imperecedera de un hombre que vivió para su familia y su país.
Juan Antonio Coloma Correa
Senador