Son cosas que se cuelan y se dicen por aquí y allá, manifestaciones espontáneas y comentarios sueltos que apuntan, eso sí, a lo mismo: la fatalidad que persigue al fútbol chileno.
¿La razón? Nos tiran al medio, para decirlo de forma algo anacrónica y en el español nuestro. Nos perjudican y menoscaban. Ese clima nos ofusca y confunde. Y está el tema de la altura.
Es una mezcla.
Huachipato de local en Sausalito, y el primer gol de San Lorenzo, analizan desde la tele, estaba fuera de juego y no debió validarlo, pero lo hizo: qué vamos a hacer, vinieron más goles, fue 0 a 3, pero la suerte pudo haber cambiado, porque lo que nos cobran a nosotros no se lo cobran a ellos, y los que no nos cobran a nosotros, sí a ellos, ¿me entiende los conceptos? El primer gol estaba offside.
Unión Calera frente a Liga Deportiva Universitaria de Ecuador, para que el especialista diga que hubo una ocasión clave, donde si los chilenos lo hacían, el resultado podía modificarse, fue un momento bisagra y contrafactual, no lo manifestó en esos términos, y tampoco con estos otros: aquí te pillo y aquí te mato, pero ese instante, en vez de epifánico y renacentista, fue decadente y oscuro. Se ofuscó, por todo lo que nos rodea. LDU 5, Unión La Calera 2. ¿Hablé de la altura de Quito? ¿En serio? Para la próxima.
No digamos lo que viene para el martes 8, cuando la selección de Chile enfrente a su par boliviana, bajo el arbitraje del paraguayo Eber Aquino, exactamente el mismo nefasto que no cobró penal cuando el uruguayo Sebastián Coates la tocó con la mano y perdimos 2 a 1, y lo que debió ser distinto, como tantas otras veces, algo o alguien lo impidió. Fue un escándalo. Lo vio todo el mundo. Es como una historia repetida, donde siempre nos pasa lo mismo.
¿Serán coincidencias, casualidades y una serie de eventos desafortunados desconectados?
No seamos tontos y tampoco ingenuos.
Es fuerza superior, destino y negra suerte, también envidia, abuso e injusticia, sin descartar trampa, hegemonía de los países del Atlántico y, desde luego, la Conmebol y sus tejes y manejes turbios.
Es una mezcla.
Nos tiran para atrás, nos empujan al fondo, nos tienen mala.
La Banca Julius Baer, suiza, acaba de reconocer el blanqueo millonario de platas sucias en cuentas ocultas, a nombre de los mandamases del fútbol latinoamericano.
Julio Grondona, argentino: 25 palos verdes, perdone los términos, pero son los que utiliza la familia del fútbol, cuando de dólares se trata.
Dos expresidentes del fútbol brasileño: 3,9 millones para cada uno.
Eugenio Figueredo, uruguayo: 2 guatones verdes (también se dice así).
Romer Osuna, boliviano: 600 mil dólares.
Sergio Jadue, nuestro compatriota: 400 mil. Apenas. Al que menos le tocó. El último de la lista. Lo perjudicaron con la tabla, el fixture y las reparticiones. Otra injusticia con el fútbol chileno. Una más. Lo tiraron al medio.